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Villancico navideño

El tiempo es frío, desapacible, rigoroso. Anochece. He retirado un poco la cortina y me he asomado a la plaza peatonal. Es una plaza grande, octogonal, con un gran jardín en el centro. Todavía hay unos obreros trabajando a la luz de las farolas, intentando reparar las filtraciones en el garaje. Siempre hay filtraciones en el garaje. Es un garaje enorme, que ocupa toda la manzana. Cuando consiguen evitar las humedades en un sitio, aparecen en otro. Los árboles y arbustos del jardín parecen arrebujarse presintiendo la helada. ¿Dónde estarán los gorriones? Todas las mañanas, después de desayunar, antes de cerrar la ventana de mi habitación, les tiro unas cuantas migas de pan. Corretean por el embaldosado, pían alegres y desaparecen en un pispás.


Además, hay niebla. Una niebla encelliscada que solo ha levantado a mediodía. Ya he cenado. Unas tristes gachas de pescado, una cena melancólica, la cena de un solitario. No pensará eso mi encantadora novia. En el salón, junto al ventanal, el árbol de Navidad. Está apagado. La oscuridad es barata, he leído. En la parte baja del ventanal he puesto una ristra de luces. El conmutador tiene un botón que permite elegir el programa de encendido. Pongo ese en el que las bombillitas se apagan y se encienden lentamente: cuando se apagan del todo, parecería que no van a volver a lucir, pero sí, siempre vuelven, y eso produce un nanogramo de alegría.


El tiempo pasa. Es casi medianoche. Vuelvo a asomarme a la enorme plaza peatonal. Todavía hay algunas ventanas encendidas. En una de ellas cruza una sombra. Tras el espectro, los destellos de la televisión. Me imagino la plaza como un enorme catafalco. Mi cabeza hierve de fantasmas. Regreso al libro, y me viene otro a las mientes, El diablo cojuelo. La casa de los locos, recuerdo. Voy a la estantería del fondo del salón. Lo encuentro y lo hojeo. Es una edición barata, de la Biblioteca de Autores Andaluces. Está subrayado. Lo subrayé yo, hace mucho tiempo. Y levantando los techos de los edificios, por arte diabólica, lo hojaldrado, se descubrió la carne del pastelón de Madrid... caballeros y señores... un letrado... dos enfermos... dos ladrones... una bodegonera... un alquimista... esotro pobre y casado... un mentiroso... En la casa de los locos –lo que recordaba– un arbitrista, un ciego enamorado y un gramaticón. Más adelante, un poeta grulla, que siempre está en vela, que quiere escribir una comedia llamada Las tinieblas de Palestina. Cierro este libro. A lo lejos, me parece oír la campana de Las Huelgas. Da la una.


Vuelvo a mirar tras la cortina. Ya no veo ninguna luz. Las bombillitas de mi ventanal se encienden y se apagan lentamente. Pienso en todos los niños muertos del mundo. En todos los muertos que podrían no estarlo. No estoy dispuesto a consentir más tiempo este tipo de cosas, leo. En la plaza, tras las persianas bajadas, los niños sueñan.


Feliz Navidad, queridos lectores.


Fotografía realizada por el autor (2023)

Galaor de Langelot

3 comentarios

3 commentaires


Invité
23 déc. 2023

Me identificó mucho con el artículo. Llevo más de un año de baja con una extraña enfermedad, como desde mi casa no se ve ninguna plaza salgo sola a pasear por la noche,,disolviendome en el silencio de la oscuridad, observando luces y sombras. Después regreso a casa, me espera el calor de la eterna sonrisa de mi marido y me tumbo a releer la Recherche , primer volumen, de Proust, al fin y al cabo él entendía de recuerdos y miedos y lde soledad después de la fiesta.. Y la luz ilumina toda mi casa porque la vida no ha cambiado tanto y estoy feliz , voy a ser tia abuela y el próximo año igual organizamos hasta un Be…

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Invité
23 déc. 2023

No te creas, que todo sigue siendo parecido todavía: los personajes que habitan y posibilitan la obra que citas siguen existiendo también hoy, aunque han cambiado de nombres de peinados y de dentaduras: son / somos los de siempre; somos los mismos poblando un mundo y un escenario, aunque no lo parezca, todavía más difícil. [También ahora los niños duermen o mueren ]

Me gustan las luces que has colocado en la repisa de tu ventana: son también como la misma vida, que parece que se va a apagar en cualquier momento pero que no termina nunca de apagarse....

También me gusta el belén de la foto que tendrás por algún sitio colocado: son muy simpáticas las figuritas que lo…

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Invité
22 déc. 2023

La oscuridad es barata, claro que sí... Y la muerte tanto para algunos como lucrativa para otros. Hay quien muere porque muere, y hay quien muere por nada.

Parece su ventana, esta noche, como otrora para una de las voces que lo acompañan hoy, una ventana de difuntos. Alejada de la luz.

A pesar de que los brotes verdes del árbol seco se enciendan debajo.

Espero que las lucecitas no sean también del chino (suponiendo que quede algo que no sea suyo).

La luz es un ladrón, decía mi madre, cuando, por negligencia me dejaba alguna luz encendida. ¡Si viera ahora el derroche! Sin luces, paradójicamente, no hay consumo... En el centro, lejos de ese octógono espectral, se alimentan frenéticamente…


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