Bajo la luz del sol artificial se alzan dos figuras que –sin saberlo– son la misma: la copa y su sombra. Perpendiculares ambas, incomprensibles conocimientos de dos existencias inertes, que se sorprenden juntas en el extremo opuesto de la otra.
Sobre el mantel una sonrisa, un coloquio y alegría. Sobre la sombra de la copa y ella misma, nada. Una con sus dimensiones, la otra plana sobre el contorno de sí misma. Ambas quietas; excelsas; ajenas al bullir de la vida.
NeiRma
"Yo y mi sombra, libro abierto" escribe Manuel Altolaguirre. La sombra nos interpela con su presencia inevitable, y hace doblemente presente el mundo. La sombra del ser es, como leemos en el poema, inerte, ajena al vivir, anticipó del no ser, incomprensible hija de la luz, aunque sea una la uz artificial sobre un mantel que dibuja una sonrisa. Como siempre, unas palabras inspiradas y hermosamente descriptivas de una imagen que nos pasaría inadvertida.
Todos cargamos con nuestra propia sombra, esa que se despliega y se alarga sin llegar nunca a desprenderse de nuestros pies, que adopta posiciones caprichosas jugando al despiste. También los objetos, la materia inerte, poseen y proyectan su sombra. La sombra de esa copa, que no es negra, que parece querer hacerse mueca de sonrisa viva....
Lo que no tiene sombra sencillamente no es.