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"Una historia de la lectura", Alberto Manguel


Una historia de la lectura
Fuente de la imagen: Todostuslibros.com

1.ª edición: A History of Reading. Knopf Books. Toronto, Canada, 1996.

Ejemplar leído: Una historia de la lectura. Alianza Editorial. Colección “Área de conocimiento: Literatura”. Madrid, 2001. Traducción de José Luis López Muñoz. ISBN: 84-206-7261-0. 494 páginas.


Alberto Manguel fue un lector precoz y decidió no ser escritor, sino lector. Aprendió muy pronto, además de español, inglés, alemán e italiano. Cuando era niño, en los muchos cambios de residencia a los que le obligó la carrera diplomática de su padre, «los libros me proporcionaban un hogar permanente, en el que podía habitar como quisiera y en cualquier momento». Una tarde, en su adolescencia, se encontró con Borges en una librería y este le propuso –ya estaba ciego– que fuese a su casa por las tardes a leer. Con Borges, que obviaba su presencia, consolidó su pasión por los libros. Su biblioteca, con más de 40.000 ejemplares, donada a la ciudad de Lisboa, conforma el proyecto Atlántida. Alberto Manguel no fue a la universidad, pero es doctor honoris causa por varias universidades. Su campo de estudio ha sido la propia historia de la lectura y, en general, la historia de la curiosidad y el saber.


Este libro no es una historia cronológica ni académica de la lectura. Es una sucesión de pasajes eruditos y anécdotas sorprendentes que reflexionan y tratan de entender el proceso que experimenta cualquier lector cuando se adentra en el universo de los libros. Las citas y referencias a los autores clásicos –desde Sócrates y Virgilio, pasando por San Agustín y Cervantes, a Oscar Wilde, Whitman o Virginia Woolf–  son abrumadoras, pero también muy enriquecedoras. La narración transita entre las múltiples facetas del acto de leer descubriendo rincones olvidados y proponiendo puntos de vista muy sugerentes.


Así, Alberto Manguel nos hace viajar desde las ciudades sumerias del cuarto milenio a. C. hasta la neurolingüística contemporánea; comparte con nosotros las reflexiones de Sócrates sobre la naturaleza del texto escrito; nos encontramos con San Agustín, a quien sorprendió la lectura en silencio de San Ambrosio; con Petrarca y su defensa de la lectura personal de un texto, cuyas consecuencias se verán en las tesis de Lutero, y con la oposición de los escolásticos; nos relata la experiencia lectora de Kafka y su conclusión: «Uno lee para hacer preguntas».


En este prolijo ensayo descubrimos la importancia secular de la lectura de imágenes y de las Bibliae Pauperum, y del leer para otros: lucrativo espectáculo teatral con Dickens, instrucción en los talleres de las fábricas de cigarros, reglada actividad en los monasterios, ceremonia social en las villas romanas; reflexionamos sobre la traducción como universo paralelo con Rilke y su traslación al alemán de los sonetos de Louise Labé, así como con las sucesivas versiones de la Biblia, desde la versión griega de los Setenta del siglo III a. C.  hasta la Biblia en inglés de 1611 del rey Jacobo I.


Aprendemos de las formas del libro: los rollos de papiro, los códices de pergamino, los libros de horas y los libros de coro, de la imprenta y sus grandes pioneros, como Aldo Manuzio el Viejo, de los libros-abecedario, de los pliegos de cordel y del origen de los libros de bolsillo; del leer en la cama; y de las bibliotecas, y del afán catalogador, y de la inutilidad del mismo; de los libros como fuentes de profecías y adivinaciones –las sortes virgilianae– y de la importancia del libro como símbolo, especialmente en relación con la imagen de la Anunciación.


Viajamos al Japón del siglo XI para comprender cómo surge una literatura escrita por mujeres; a la Francia posrevolucionaria para descubrir la historia del mayor ladrón de libros de todos los tiempos, el conde Libri; a las plantaciones de esclavos de EE. UU. para entender el peligro y la maravilla de saber leer; a la Florencia del siglo XIV para sonreír con el primer par de lentes. Contemplamos horrorizados la sucesión de hogueras fanáticas que también es la historia de la lectura; nos alerta de dos peligrosos estereotipos: el del loco de los libros, tan admirado como odiado, y el cliché de la minoría ilustrada frente a la masa iletrada.


Porque leer, para Alberto Manguel, es una forma de vivir, y una de las mejores: «leemos para descubrir, leemos minuciosamente, distraídamente, despreciativamente, con admiración, de manera negligente, apasionados, envidiosos, anhelantes, generosamente, conteniendo la respiración, estremeciéndonos...».


Finalmente, el autor nos propone –algo muy borgiano– otro posible libro que no ha escrito titulado igualmente La historia de la lectura. Es un libro imaginado, con capítulos fantaseados, accesible sin renunciar a la erudición, informativo, pero también reflexivo. Es otro posible libro que todavía está solo esbozado. En ese libro, nuestro autor ha dejado varias páginas en blanco para que el lector añada nuevas ideas sobre la lectura, temas sorprendentemente olvidados, citas apropiadas, sucesos y personajes todavía futuros. La historia de la lectura, afortunadamente, no tiene fin.


Este manual ácrata, escrito con tanta pasión y tanto afán como los desvelos de su autor, es ya un clásico sobre el universo de la lectura y de los lectores. Es un libro difícil, fascinante, no apto para principiantes. O quizás sí. No sé. En cualquier caso, auguro que dentro de unos años –permítanme los estereotipos– será incomprensible para una inmensa mayoría; será un libro para el loco de los libros.         


D.S. Martin

1 comentario

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Guest
Jun 13

Interesante y aleccionador artículo que nos ofrece D. S. Martín.


Mucho se ha escrito sobre el acto de leer, sobre las razones y las ventajas que otorga la lectura.

Leer es, posiblemente, uno de los actos más libres que puede ejecutar el ser humano, uno de los más enriquecedores e instructivos también. Leemos para vislumbrar otras vidas y otros recorridos que, de otra manera, no podríamos intuir; leemos porque necesitamos la compañía de los libros y el conocimiento que irradian para combatir esa soledad nuestra tan intrínsecamente humana; leemos, como propone Manguel, no para encontrar respuestas, sino para llenar el mundo de nuevas preguntas.

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