top of page

Tú no tienes nada

Enfrascado como estaba la semana pasada en la cuestión de la identidad, no me di cuenta de que había abordado una cuestión secundaria, ya que hace siglos que el dilema esencial de la existencia humana no es ser o no ser, sino tener o no tener. Adela Cortina acuñó el término aporofobia para referirse a la aversión a los pobres; el neologismo fue elegido por la Fundéu como palabra del año en 2017. La catedrática de Ética de la Universidad de Valencia hablaba de aquellos que no tienen ni donde caerse muertos, de los sintecho, de los refugiados, de los hambrientos. Desde mi punto de vista, la cancioncilla de las tres ovejas y la cabaña va más allá del significado de posesión material del verbo tener, y apunta con precisión de misil anticarro a uno de los componentes esenciales de la naturaleza humana.


Tengo, tengo, tengo... Tengo un móvil nuevo, y miles de fotos que no veo nunca; tengo mariposas en el estómago, o tengo la camisa negra, porque negra tengo el alma; tengo una quesera de plástico y un bolso de imitación, porque tengo un trabajo de miércoles; pues yo tengo un puesto de funcionario, un sueldo para toda la vida, como el de Nescafé, porque tuve suerte el día de la oposición; tengo dos maletas y dos niños pequeños, y una habitación para familia ucraniana en un hostel de una pequeña ciudad del norte de España; tengo 21 años y me he declarado culpable de haber matado a un civil al comienzo de la guerra; tengo una exmujer y dos hijos en primaria, y tengo prisa porque este brain storming o lo que sea no se termina nunca y tengo la custodia compartida; tengo 84 años y tengo un piso con hipoteca inversa y tengo miedo de que no me llegue para seguir pagando la residencia; yo también tengo un piso, en Palma de Mallorca, compartido con otros ocho inmigrantes sin papeles; tengo un minihuerto en la terraza, pero tengo el karma turbio; tengo una pequeña empresa, y problemas para llegar a fin de mes, y tengo la carta de despido de un trabajador con más de veinte años de antigüedad encima de la mesa; y tengo el corazón contento, el corazón contento, lleno de alegría, porque tengo Liga y Champions en mi tele inteligente, like a Bosch; y tengo hambre y sed de justicia, pero no me siento bienaventurado; y tengo que dejar esta retahíla, porque tengo un wasap. Porque yo tengo una novia que me da besitos y me manda gifs superamorosos a mi móvil nuevo.


Tú no tienes nada... Tienes una porquería de coche con doscientos cincuenta mil kilómetros y tienes una hipoteca que vas a terminar de pagar el día que te jubiles; tienes un matrimonio fracasado, y un hijo que te ha quitado los atributos de Supermán; tienes ojeras y lorzas y dos hijos adolescentes; tienes unas amigas de pinta y colorea, y un perro viejo y pulgoso; tienes una herencia sin liquidar; tienes problemas psicológicos sin resolver y una enfermedad mortal agazapada en tus intestinos; tienes lo que te mereces, porque eres un vago; tienes mucho pañuelo blanco y mucho colgante, y el puchero a la lumbre con tres guisantes; tienes hambre y sed de justicia, pero eres un conformista, un espectador adocenado, un fracasado; tienes una mujer que no te la mereces, pichafloja, melón, payaso; tienes un marido que no te lo mereces, pijaaparte, arpía, malapersona, boba; tienes la manía de ver anuncios de coches en la tele que nunca tendrás, y de mirar los precios de los pisos que nunca tendrás en las ofertas que empapelan los escaparates de las inmobiliarias. Porque ese nada no es un nada de nada, es un nada rencoroso, cainita, unamuniano, carpetovetónico, neoliberal.


Caballito blanco llévame de aquí, llévame hasta el pueblo donde yo nací.



Imagen de Pinterest
El socio n.º 3


1 comentario

1 Comment


Guest
Sep 14, 2022

👏👏👏

Like
bottom of page