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Tres tristes tigres

El sábado 4 de febrero un caza F-22 estadounidense destrozó con un misil un supuesto globo espía chino que había sobrevolado territorio norteamericano durante varios días. El globo cayó en mil pedazos sobre aguas del Atlántico, frente a las costas de Carolina del Sur. Para todos los expertos en geoestrategia internacional, el derribo de este artefacto –que según el gobierno de la República Popular China era un globo meteorológico que se había desviado de la ruta prevista– es un signo de la creciente tensión entre las dos superpotencias. Desde luego, la sombra del globo chino es alargada.


La nueva Guerra Fría entre EE. UU. y China viene larvándose desde hace décadas. Repasemos sucintamente, sucentérrimamente, la historia de China. Durante milenios, los emperadores y emperatrices de las sucesivas dinastías dominaron extensas regiones. El pueblo vivía en y del campo; con sus conocimientos ancestrales, su cultura tradicional y todo eso. A finales del XIX, inexorablemente, los mandatarios chinos tuvieron que optar por una de los dos realidades que se les venían encima: el nacionalismo o el comunismo. En los años 20 se consolidaron dos bandos enfrentados: los nacionalistas del Kuomitang y los comunistas. Tras una breve tregua durante la Segunda Guerra Mundial para enfrentarse a los japos, la Guerra Civil continuó. Los comunistas ganaron la guerra en 1949, los nacionalistas se exiliaron en la isla de Taiwan y Mao Zedong proclamó la República Popular China. El Partido impuso la llamada Revolución Cultural –tiene guasa la cosa, ni que les fueran a suscribir a todos al Reader´s Digest–, una especie de sovietización de la producción, acabó con todo aquel con pinta de disidente y se alejó progresivamente de la URSS. Los dirigentes del Partido aprendieron a nadar entre dos aguas: se dicen comunistas, pero liberalizaron progresivamente la economía; se proclamaron reformistas, pero fulminaron violentamente las protestas en la Plaza de Tiananmén en 1989; se sueñan aperturistas, pero controlan milimétricamente la vida de sus compatriotas. Poco a poco se apropiaron del nacionalismo chino, la ideología de sus antiguos enemigos del Kuomitang, esas ratas que huyeron a Taiwan. Así pues, el PCCh ha ido recogiendo lo peor de cada casa –el bolchevismo, la dictadura de partido único, el neoliberalismo– para conseguir que millones de campesinos pasen a ser pseudociudadanos con el estómago y los bolsillos cada vez más llenos, la cabeza cada vez más vacía y el corazón cada vez más amedrentado.

Japón, por su parte, es actualmente uno de los aliados de EE. UU. en el Pacífico, junto a Corea del Sur, Tailandia, Filipinas y Australia. Según los expertos, el Mar de China Meridional será el próximo escenario bélico internacional antes de 2027.


El nacionalismo es la peste ideológica de los últimos dos siglos, propagada por todo el mundo desde que a algunos pensadores alemanes prerrománticos (Fitche y Hegel, entre otros) les dio por decir que los pueblos tienen espíritu, el volkgeist. A los europeos solo nos faltaba que se nos aparezca el espíritu del pueblo alemán de los años 30: qué miedo, tú. Rabindranaz Tagore, uno de mis nobeles de cabecera, escribió hace más de cien años en su ensayo Nacionalismo: «La Nación es organizado interés egoísta de un pueblo entero, en lo que representa de menos humano y menos espiritual [...] en esta nueva etapa de la historia el hombre moral está cediendo cada vez más, casi sin saberlo, para dar lugar al hombre político y comercial, al hombre de propósito limitado».


En mi pueblo, el invierno pasado, una pareja china compró el viejo caserón del abuelo Olegario. Mi pueblo está en el límite entre Soria, Segovia y Burgos, en las primeras parameras que anuncian las extremaduras. A una hora del norte de Madrid y a veinte minutos de Aranda de Duero. Un pueblo pequeñajo –diez o doce casas abiertas a diario–, con su iglesia, su teleclub, un arroyuelo que se seca en verano y poco más. Sí, una pareja de chinos bastante jóvenes con un bebé recién nacido compraron la casa del Olegario.

El padre se llama Zhiqiang. Nació en la aldea de Zhongzhuang. Naturalmente, es hijo único. Sus padres han gastado todos sus ahorros en los estudios de su hijo: Business Administration en la Universidad Jinan, junto al río Xi, tributario del Río de las Perlas, en Cantón, en el sur de China. Al terminar la universidad le ofrecieron colaborar –tiene el nivel B2 de español– con el Centro de Negocios Hispano-Chino que los gabrielistas de Aranda de Duero inauguraron en 2013. San Gabriel es mucho San Gabriel, lo mismo te anuncia un embarazo divino que te abre las puertas de imperio del dragón.

Ella se llama Dilireba Dawamet. Nació en 1998 en Xinhuping, en la prefectura autónoma de Changji, en la provincia de Sinkiang, en el noroeste de China. Pertenece a la etnia uigur. Al terminar la escuela secundaria, una delegación de empresarios de la etnia han, mayoritaria en China, llegaron a Xinhuping. Oficialmente, buscaban jóvenes trabajadoras para las industrias de Guangzhou (Cantón). La alternativa era ser enviada a un “campo de reeducación”. El objetivo final de la delegación, enviada por el PCCh, era contratar el mayor número posible de mujeres jóvenes de la etnia uigur en la provincia de Sinkiang, desplazarlas a otras zonas del país y promover así su matrimonio con hombres de la etnia han; es decir, un genocidio camuflado. Dilireba se vio obligada a hacer la maleta y empezó a trabajar en una fábrica de Cantón, a 3.750 kilómetros de su casa. Allí conoció a Zhiqiang.

La Ley de emprendedores vigente en España le ha permitido a Zhiqiang obtener la tarjeta de residencia y tener derecho a la compra de una propiedad. A Dilireba y a él les gusta el campo. Se han criado en pueblos pequeñajos, sus padres eran campesinos. Y sus abuelos. Y los abuelos de sus abuelos. Con sus conocimientos ancestrales, su cultura tradicional y todo eso. Zhiqiang y Dilireba saben que estas casas, cerca de Madrid, se van a revalorizar. La casona, con su pequeño jardín, estaba para entrar a vivir. Por las mañanas van a Aranda, junto al río Duero, a trabajar. Establecen contactos comerciales, dan clases de conversación en chino, observan, aprenden, sonríen. Por las tardes van reformando poco a poco el viejo caserón. Son muy apañados. Apenas hablan con los vecinos. Esta última primavera les sorprendió la llegada de la cigüeña, el verdear de los trigos. En mayo probaron los granos, todavía tiernos. Hasta el niño mordisqueaba esos granos sin madurar. Añoraban su tierra. Tres tristes tigres. El sol de Castilla. La sombra del globo chino es alargada.

Imagen editada por Neila M.ª Rodríguez

El socio n.º 3

10 comentarios

10 Comments


Guest
Feb 12, 2023

Domingo de pereza. Tristón. De casa en ruinas.

Tercer café... ¿Qué hacer? Pues eso de hacer cosas agradables, de las que reportan refuerzo positivo, que en Psicología tiene un nombre que ahora no recuerdo.

La mesa se ha quedado desierta y yo recuerdo -tanta obra de por medio- que no he leído el artículo del Socio número 3.

Así que cojo el móvil.

Incontestable, como los últimos.

Y tan tan "asustador"...

Vivo desde hace años inmersa en La doctrina del Shock, que provocó una desagradable discusión entre usted y yo. Vivimos, creo, todos, dentro de ella.

No me ha consolado su artículo nada. Ni el hecho de que sólo lo vayamos a leer unos cuantos. Ni el hecho de que,…

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Feb 11, 2023

Siento en mis carnes tu dolor, amigo.

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Feb 11, 2023
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Vamos a ver, mis niños ; que no pasa nada, y menos todavía aún...

Veremos cómo el mundo se reparte la gran tajads, amigos míos del alma... Veremos 😔

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Feb 10, 2023

¡Magnifico! No puede ser mejor. Me encanta y me admira Socio n° 3.

Aparte de esto me resulta curiosa la pertinacia (ya se vio en otro artículo) de escribir Rabindranaz, así como se pronuncia, en lugar de Rabindranath, que es como se escribe. ¿Es quizá una pista para otra historia?

Felicitaciones.

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Feb 12, 2023
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Hay que ver hasta dónde llega la sombra de J. R. J.!

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Feb 10, 2023

Jo, qué triste, qué real y qué mierda.

Sí, China nos podrá a todos, pero, pese al espanto que esa idea nos puede producir, si alguien se merece "poder" en este puerco mundo de hienas y pirañas, es China.

Por lo que han pasado los dulce-tétricos chinos, por lo que están pasando y por lo que les queda por pasar, independientemente de si logran o no el objetivo abyecto de los tiranos que los consumen, los explotan y les obligan a exagerar el gesto oblicuo que dibujan sus graciosos ojos chinos achinados.

No es justo que nadie sea más que nadie y pueda sobre cualquier alguen... Pero si algo merece sobrasalir hoy sobre el mundo es el globo meteorológico de…

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Feb 12, 2023
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Esa no es madre, es madrasta.

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