Cuando enciendo una de las lámparas de la mesilla de mi habitación –en realidad no es lámpara, sino funcional aplique de luz led instalado en la última reforma– las sombras en la pared de los libros de la estantería producen una imagen curiosa, un skyline que recuerda vagamente esa vista de Manhattan fotografiada mil veces. Cada uno de los libros produce una sombra particular, al igual que su lectura nos dejó una huella indeleble en el alma. El significado de la palabra indeleble lo aprendí de niño en el colegio del Círculo Católico; nos hacían recitar el catecismo de memoria y sabíamos que el Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacerdotal son sacramentos que no se pueden borrar. Ni con una goma de borrar de las buenas, de Milán.
Los libros y sus sombras semejan torres e, irremisiblemente, estos baluartes de la cultura y de la belleza están siendo sustituidos por otros soportes más acordes con los nuevos tiempos. También la ciudad de Burgos va a entrar definitivamente en el siglo XXI con la construcción de varios rascacielos en los otrora terrenos de la Cellophane junto a la antigua estación de ferrocarril. Hay proyectados una decena pero, de momento, se están levantando cuatro. Muchos días paso por el bulevar trazado sobre la vía férrea y observo las grúas, las excavadoras, los camiones, los obreros con el casco en la cabeza, la valla que circunda las obras. A mi espalda, el campanario de la iglesia de la parroquia San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Los nuevos edificios tendrán unas veinte plantas y contarán con piscina, jardines, gimnasio, solarium y club social. Pisos silenciosos, luminosos y de suelo radiante. Con certificación energética A. Salones como minicines, paredes muertas, asépticas cocinas, habitaciones cableadas, vecinos numerados.
Junto a las nuevas torres, la Junta de Castilla y León prometió en 2021 ampliar el actual instituto Diego de Siloé, donde se hacinan más de 700 alumnos. Durante estos últimos cinco años, laboratorios y talleres han sido suprimidos para convertirlos en aulas. Según la consejera de Educación, las obras estarán terminadas en 2026 pero, de momento, su ejecución todavía no ha sido adjudicada. Será un edificio seguro, accesible y sostenible. Con certificación energética A. Tendrá tres plantas y una pista deportiva cubierta. Habrá mucho ruido en los pasillos y se controlará ruinmente, a pesar de la eficiencia, el gasto en luz y en calefacción. No sé si en la ampliación está prevista una biblioteca. Para muchos alumnos, el puto instituto es su hogar, su guarida, su torre del homenaje.
2027. Los gigantes de hormigón miran con desdén las obras de ampliación del instituto. Desde sus terrazas repetidas, los habitantes del skyline se asoman para observar el bullicio en los patios. Sentados en el bordillo, un grupo de chavales mira una canción de Arde Bogotá: Torre Picasso. Tengo el alma reventada, y arena en el corazón... con esta torre derrumbada, ahora veo el sol... si la felicidad se escapa, bailaré con el dolor. Bailaré con el dolor. Canciones que son poemas, poemas que se parecen a la vida. Poemas como torres. Adolescentes que son poetas, torres de Dios, obra de los hombres.
Galaor de Langelot
Adolescentes que son poetas, torres de Dios, obra de los hombres...
Lloro sin querer y porque quiero.
La sombra de los libros recuerda también a los cementerios judíos...
Que esperen mucho para aquellos que hoy son poemas, para los que con paciencia se doblan sobre sí y se atan los zapatos...
Ojalá sus pies volvieran a pisar nuestro hogar, nuestra guarida, nuestra torre del Homenaje...
Preciosa fotografía y preciosa reflexión.
Para que haya torres tiene que haber suelo, pues, pese su altivez, necesitan una base.
Arriba, el silencio y la comodidad de quiénes ya lo han logrado todo; abajo, el bullicio de la adolescencia que persigue, desde la base, alcanzar las alturas...
Importa que haya torres que nos acerquen al cielo; importa que haya libros que nos insten a mirar a lo alto; importa que lo que importa sea indeleble.
Precioso articulo, estas torres son una indeleble demostracion del mal gusto y estupidez humana. No creo que haya muchas sombras de libros en las casas de quien vaya a habitarn.Solo proyectarán sombras en el exterior, a su alrededor, incluido el Instituto. No conozco a ningun arquitecto, ni persona del barrio q no opine q rompen la estética del barrio y de la ciudad. Alguno se pensará que vive en Manhattan.