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Tiempo de tentaciones

La carretera nacional 234 atraviesa el municipio de San Leonardo de Yagüe por medio del pueblo. En el mismo centro de la localidad, la carretera, que viene de Burgos, traza una curva de noventa grados para seguir rumbo al este hacia Navaleno, Abejar y Soria capital. La vía, calle Real en este tramo, se estrecha en la curva: a la derecha, la Cuesta del Mayo; a la izquierda, la iglesia parroquial de San Leonardo Abad. En dirección contraria, hacia tierras burgalesas, enormes tráileres cargados de troncos bajan de la sierra y, al tomar la curva, casi rozan la esquina de la iglesia; enyugados a sus cabinas, olvidados de los poderes del santo protector, los camioneros siguen su camino hacia las serrerías de Hontoria del Pinar, de Salas de los Infantes, quién sabe.


Algunos obreros llevan varias semanas arreglando el tejado del templo. Parece que están renovando toda la cubierta; en los contenedores de obra se apilan restos de vigas carcomidas y, día tras día, se ve cómo un sólido armazón de madera va cubriendo todo el tejado. Cubetas de cemento suben y bajan en una plataforma elevadora. Algunos palés de tejas esperan en la calle para ser colocadas. Las cigüeñas, indiferentes a este ajetreo, remozan su nido. En la noche, en las calles vacías, el tañido de las campanas sigue arrastrando las horas hasta el amanecer.


Un poco más allá de la curva, en dirección a Soria –la carretera es ahora la calle de San Pedro– está el centro de salud. Es un vetusto edificio color ocre con piedras de sillería enmarcando las ventanas. De los tiempos del general. La administración lleva años proyectando un nuevo centro de salud, pero la descoordinación y los escasos votos que se juegan los políticos en este pueblo –y en todos los de esta tierra olvidada– aplazan su construcción sine die. Ni la circunvalación de la N-234, ni el centro de salud, ni la reindustrialización de la comarca son una prioridad.


En los escasos cien metros que separan la iglesia del centro de salud sigue librándose la batalla entre el mito y el logos. Los científicos llevan siglos desbrozando el bosque virgen de la imaginación, pero el hombre se siente desamparado en los jardines del conocimiento. Sabemos que el sueño de la razón produce monstruos; sin embargo, también en plena vigilia, cuando la razón se despista, todos esos seres producto de la fantasía humana –desde los inofensivos gnomos del Bosque Mágico hasta el peligroso Yahvé bíblico– vuelven a tomar el mando de la realidad.


Incluso en mí, en este tiempo de Cuaresma, la suave tentación de creer en algo que esté más allá de lo demostrado científicamente vuelve a llamar a las puertas de esa alma que no existe. Porque no existe el Padre Azul que susurraba J. J. Benítez hace unos días en la entrevista de TVE 2, ni tenemos un cuerpo astral que terminará siendo luz que piensa, ni son posibles las psicografías premonitorias de Parravicini, ni pueden existir los ovnis a los que Fabio Zerpa y Jiménez del Oso dedicaron toda su vida, ni tampoco existe el Dios de Donald Trump y de la obispa Mariann Edgar Budde. Pero ahí están, esperando un despiste de la razón, un resbalón involuntario, para anular los irrefutables descubrimientos de los gigantes de la ciencia.

 

Y ahí está el dios Lugh sonriendo tras la figura de San Leonardo, con su tejado nuevo. Y ahí está el viejo centro de salud, con sus goteras. Y ahí están los camioneros, insomnes carreteros del asfalto, girando el volante para tomar la curva en medio del pueblo. Y aquí está mi encantadora novia, tan trabajadora, sacando medias con mi calculadora científica Casio fx-100C del siglo pasado, esperando a que reabran la iglesia para ir a misa los domingos porque el salón que han habilitado temporalmente le parece frío y desangelado como el limbo de los justos. Carne mortal en este viernes de vigilia, en el pecado llevo mi penitencia.


San Leonardo de Yagüe
Fotografía editada por Neila Rodríguez

Galaor de Langelot

3 comentarios


Invitado
23 mar

Al Machado que suena le salen al paso, así, porque sí, por los sueños de la razón, los versos de Lorca:

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!

porque yo quise olvidar

y puse un muro de piedra

entre tu casa y la mía.

Es verdad. ¿No lo recuerdas?

Y cuando te vi de lejos

me eché en los ojos arena.

Pero montaba a caballo

y el caballo iba a tu puerta.

Con alfileres de plata

mi sangre se puso negra,

y el sueño me fue llenando

las carnes de mala hierba.


Entre el logos y el mito, los usuarios madrileños del metro, como carreteros de otros asfaltos, pueden leer estos versos. Entre una y otra estación.

En el…


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Invitado
24 mar
Contestando a

Espíritu lindo, a ti te llamo... ¿Por qué dudar de la beatitud de un mañana más claro, más nítido, más resplandeciente? El mundo solo sigue inventándose todavía, muy muy despacio.

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Invitado
22 mar

Pues sí ,amigo, en el pecado llevas tu penitencia... Y se nota en tu cansancio, en tu edad atribulada, en tus dudas...


Los carreteros siguen, milagrosamente, cumpliendo su labor increíble (en Reyes vienen yuntas de bueyes de Quintanar para engatusar a no se sabe qué niños con la ilusión de bueyes pacíficos rumiando yerbas y dedos de Niño recién nacido en el Portal de Belén: es por eso de la gran magia de la Navidad.)


Luego llega otra realidad un poquito más dura: la de unos camiones rebosando troncos perfectamente cortados (¿hacia dónde: hacia Ikea?); no saben dónde van. Sus pulmones están cansados tras tanto trasiego absurdo.... Yo he visto, a contracorriente, la mirada de los camioneros que conducen esos…


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