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Soledad (XLVI)

Soledad se ha puesto el capote por montera y se ha largado a Jaén, porque quiere ver esos olivos tan bien peinados en rastras perfectas sobre las dulces lomas que respiran tras el paso abrupto (hoy leve, solo hermoso; hace no tanto, terror de coches inferiores y de conductores extraordinarios), después de atravesar el paso de Despeñaperros...


Cómo han cambiado los tiempos, madre mía de mi alma, bajo el mismo Sol implacable, bajo la sangrante tiranía de la misma Edad de todos los inviernos y de todos los veranos, aunque  también ella más vieja.


Soledad se ha acordado de los toros Osborne que decoraban las antiguas carreteras de España, y qué siguen ahí, aunque menos, y que a ella, de niña, tanto le gustaban... y, con lo miedosa que siempre ha sido, es y será, nunca le dieron miedo...


Soledad ya no teme la negativa de su madrastra mala, que nunca le permitiría emprender este viaje, claro... Pero ella, una vez más, se ha zafado: ha hecho mutis por el foro, ha ensayado un gesto ambiguo de humildad... ¡y se ha largado!

Y qué feliz Soledad en el ALSA, contando toros... 12 ha computado, más una estatua del mismo pelo de don Quijote y Sancho Panza, más una, bien elegante y grande, de Pedro Ximénez...

Jaja, qué risa, Soledad, que no se esperaba menos... Luego ha llegado Despeñaperros, que hoy no suscita temor, solo belleza... Luego Bailén y Linares y, por fin, Jaén.

Soledad ha abierto, con mucho disimulo, su exigua mochila, y ha desplegado su excelso delantal sobre sus rodillas bien juntitas (gracias a Dios, no tiene compañero/a/e en el asiento de al lado) y ha visto, horrorizada, los vómitos del pingüino defenestrado –sin haber conocido jamás ventana alguna antes de haber vislumbrado el mínimo balcón de su casa– y de la tortuga torpe –que habita su delantal porque no supo nunca ganar a la liebre en una disputa absurda que se inventó un fabulista griego–, y qué asco, madre, qué mal huele... Han despeñado sus vómitos, madre, mareados, tras pasar Despeñaperros (los perritos no han vomitado, mira tú por dónde; miran para otro lado; eso no va con ellos... y tienen razón, madre, yo no los puedo culpar: no va con ellos, aunque el nombrecito del Paso...).  Pero qué olor, madre, qué asco... Menos mal que está siempre dispuesto el conejito respondón, que los limpia, que los mima, que los consuela, madre, qué bueno es, y cuánto lo quiero... (Le regalaré una zanahoria rociada de azúcar de corazón de naranja en almíbar, que yo sé que le gusta mucho, madre, y se lo merece de sobra, mi dulceceñudoconejitorrespondondiscolo.)


Sí, yo solo quería, madre, que, al llegar a Jaén, esnifaran el olor acre que despide la exquisita,  arrugada (como vieja) aceituna en almazara, madre, que luego bien nos gusta rociar nuestros manjares con su liquido de oro verde.

Jaén. Fuente: Alamy

Ana Rosa M. Portillo


2 comentarios

2 Comments


Guest
Mar 20, 2023

Hoy Soledad nos das un poquito de envidia.Recibir la primavera con el sol y la luz del Sur, y esos desayunos de pan con aceite de oro. Compra biodraminas y crema de protección solar para tus amigos y si puedes date un paseo por Sierra Mágina por si te encuentras a Muñoz Molina o a alguno de sus personajes.

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Guest
Mar 21, 2023
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Tiempo no tiene Soledad para pasear por Mágina, pero leyó siempre a Muñoz Molina, que atiborra los estantes de su exigua biblioteca... Por lo demás, amigo/a invisible, Soledad, aunque la más esclava, se siente la más libre del mundo, porque no observa las limitaciones de los humanos en general, y ella hace lo quequierecuandoquiereporquepuedeyporqueledalarrealisimagana, que por algo ella está por encima del Sol y de la Edad, y no distingue estaciones ni equinoccios, y ya está, y feliz primavera a todos!!!

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