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Soledad (XIII)

Ayer Soledad tuvo un mal sueño, y se despertó como revuelta... ¿Qué soñó anoche Soledad? ¿Qué Sol, qué estrella le usurpó la luz? ¿Qué gramo de Edad le acumuló una nueva cana a su hermosa melena, platialbina ya?


Pues sepan ustedes, señoras y señores, ya estimados seguidores míos a estas alturas de confidencias y de secretos, que ayer, Soledad soñó con un piano y con una bailarina, que ejecutaban sus artes al revés: el piano soltaba el lastre de sus teclas al vacío (perlas gastadas por el uso), mientras danzaba frenéticamente sobre sus cuatro débiles y torcidas patas; la bailarina se cimbró bajo su cintura, cayó rota (amapola recién desgajada de su tallo) y, antes de darse por vencida (ya sin alas zapatillas, sin piernas aladas por el milagro de mil mariposas blancas), con la uña leve alada del delicado dedo meñique de su mano izquierda, rozando el marfil puro de sus dientes superiores, osó teclear la dulcísima oda Para Elisa de Beethoven...


¡Y cómo sonó, madre, aquel acorde interdenteado de la bailarina, madre! ¡Y cómo, madre, las escuálidas patas del acharolado piano le seguían el ritmo, el acorde, el llanto... (la cola azabache, majestuosa, ya hecha abanico y palmas de cante jondo)! ¡Y cómo sonó, madre, y cómo aún retumba en mis oídos y en mis deseos ese sueño por fin hecho vívido de ser yo ya para siempre piano, charol, bailarina, zapatillas aladas... ¡Música, madre, sin instrumentos, sin sonidos, sin cortapisas, sin aire...! Solo sueño, madre, solo arrullo de teclas equivocadas, de abanicos alocados, de dientes rotos...


¡Ay, madre, qué sueño tan esclarecedor! Continúo en el silencio de esos pasos que nunca osan pisar, por no hacer ruido, por seguir guardando su engañoso anonimato, y mientras busco el si bemol que voló como un do sostenido a la estratosfera de algún cielo que no logro atisbar, continúo, digo, urdiendo mi venganza, entre dientes que siguen sonando libres al viento. que son teclas sin piano, carcajadas roncas retando al sol, sin Edad todavía y sin caries, tan lustroso, tan nácar... y que me dedican, tan amables, Para Elisa.


...¡Y qué envidia siente Soledad, sin quererlo, de esa «Elisa», que nadie sabe si fue piano o bailarina, tecla o diente, zapatilla o mariposa, si bemol o do sostenido, amapola o viento, Sol o Edad...!


Ana Rosa M. Portillo



1 comentario

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Guest
Sep 14, 2022

Gracias por compartir con palabras tan hermosas este sueño.

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