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Soledad (X)

Soledad escuchó un día una frase de su Narradora: «La vida es lo que pasa por debajo y por encima, mientras tú intentas establecer una realidad paralela».

Ante esta declaración de pensamiento por parte de su Creadora, Soledad se sintió sencillamente perpleja. ¿Qué soy yo?, ¿qué pinto yo?, ¿para qué nací?, ¿quién maneja mis pensamientos, mis sentimientos?; ¿quién adelgaza mi cintura?; ¿quién, en fin, me ha hecho, y para qué? Soledad está hundida: se siente nada de Nadie... Entre sus persianas venecianas se cuelan unos rayos de Sol imposibles (hoy iba a llover, según la Aemet).

Hoy Soledad se siente especialmente maltratada por su Hacedora y por su Edad (¡pero si solo tiene 42 años recién cumplidos!). [Otro día os haré saber cómo fue mi último cumpleaños, amadísimos-presuntos lectores].

Hoy, Soledad, se siente confusa: ha recorrido media España para recibir el salobre-generoso don del mar de San José y de Almería... Se atrevió a robarle a Serezade sus eternos cuentos moros de sultanes y favoritas rebañadas de miel y maceradas con pasas, queriendo siempre hacer justicia frente a la injusta trata de... Escuchó el llanto del Darro rogando misericordia frente a tanta gente que no lo reconoce como natural, que lo mira estupefacta, como si él solo fuera otro engendro engañoso de la inconmensurable Alhambra... [Ella que sólo osó derramar sobre su exiguo-cantarín caudal una lágrima solidaria, para entreverar en su dulzura un ápice de sal.] [Porque, si todos somos la sal de la tierra, se pregunta Soledad, ¿qué pinta en este mapa la engañosa imagen de un hilo de agua dulce que corretea a sus anchas burlando sin tapujos –cual gran sultán– al infinito mar?]


Soledad no entiende... Pero sabe que los pequeños y los ignorantes, a callar. Soledad está agotada: no sabe qué más hacer para contentar a su Hacedora, y para que la deje en paz. Está maquinando algo grave, definitivo, tajante... Pero aún no sabe qué puede ser: cómo, cuándo... incluso por qué matar al Demiurgo... Soledad tiembla entre medias de un Sol que la niega y de una Edad que se resiste a asumir... Soledad eleva la mirada ante lo que intuye que es el infinito... No quiere doblegar a Dios (¡Dios la libre de tamaños pensamientos!), pero empieza a concebir una estrategia para noquear a su Demiurga. Soledad sonríe aviesamente mientras se contempla frente al espejo de su alma.

Cuadro de Soledad Da Rosa
Ana Rosa M. Portillo



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