Ya se acaba el verano...
¿Habrá que comenzar de nuevo otro ciclo de otro otoño, otro invierno, otra primavera y, otra vez, otro verano?
Soledad no lo ve ya posible.
Soledad va a morir en breve... Ella ha visto una manonegraominosa haciendo sombra en el techo del baño, justo encima de la bañera (su madrastra); en el suelo, una manotoallarrosapaloacariciadora (su madre).
Los pipiolillospipiolos de su delantal se han confabulado contra ella, para otorgarle un homenaje de espuma y de olas...
Soledad, resignada y casi feliz, ha consentido en el juego acuoluctuoso...
Se ha acostado en la bañera boca abajo (deseo de sus bichitos); todos sus animalillos y dulces han acudido, jubilosos, a regalarle un gesto de amor, una caricia leve de gratitud, un gemido escondido de arrogancia...
Soledad les deja hacer y les permite saltar y parlotear y chillar en su lenguaje nunca escrito de seres creados por una magia sin idioma...
Le pesan a Soledad los saltos, los brincos, las risas, los flotadores buscando cuerpos....
Soledad se va meciendo en una dulce muerte no pretendida, mas consentida... Ellos gritan, chapotean y saltan... Ella va ahogándose despacio, feliz y en paz.
El Sol y la Edad se han hecho ya infinitamente viejos y aburridos... El aire es algo que sólo sirve para enmarcar la bruma... El cuerpo es una marioneta sin hilos con los que jugar...
Una luz ilumina una senda posible hacia el cielo... ¡Mamá! ¡Espérame, que ya voy! ¡Abre en el cielo un pasillo de nubes de corazones de fresas para no perderme en ese camino que intuyo primero ceniza gris y, después, polvo de plata!
Pero, claro, ¿y mi delicioso delantal desbaratado?
De eso te encargas tú, ¿verdad, madre?, que yo ya, sencillamente, no puedo. Después, allá arriba, será mi almohada, mi tiara de estrellas.
FIN
Ana Rosa M. Portillo
Es una lástima despedir a Soledad después de tanto tiempo, de tantas semanas acompañando nuestras lecturas en la revista. Me gustaban sus reflexiones y las aventuras y travesuras de los extraños animalillos de su delantal. Larga vida a Soledad y muchos éxitos para su autora, que nos ha sabido deleitar todas las semanas. Gracias
Soledad ha decidido abandonar a los lectores a su suerte. No podía más, se va y espera que su madre cuide de sus criaturas. Había ocupado, y seguirá ocupando, un oscuro recoveco en nuestro corazón. Un lugar húmedo y sombrío, iluminado por la ternura de sus extraños animalitos. Larga vida a Soledad.
Sin palabras. Buscaremos las estrellas en otro cielo.