top of page

Soledad (IV)

Para Laura

Dos miradas que se cruzan: cuatro ojos están huyendo.

Una mirada (dos ojos) ensaya el ademán de sonreír; la otra mirada (dos ojos) manifiesta nítidamente el impulso súbito del rechazo.

¿Por qué suceden estas cosas, por qué?, te preguntas angustiado: sí, sí que fue y pasó, pero no tuvo por qué ser ni pasar: que si fue una tontería, si no comprendo nada, si borraría tantas fechas en mi calendario, si con ello pudiera borrar tanto lodo maloliente...

¿Qué pasó? Nada. ¿Quién fue? Nadie. ¿Por qué? No se sabe. ¿Cuándo? Un día cualquiera ya borrado del calendario. ¿Cómo? Imposible reproducirlo. ¿Cuánto dolor? Todo.

Una mirada amarga... La otra es un cuchillo; unos ojos temen; los otros apuñalan; una mirada se mantiene perpleja; la otra mata.

Cuatro ojos que se encuentran sin desearlo y que no saben qué hacer con su roce...

Ni una mirada es el Sol ni la otra comporta toda la Edad; pero ambas se funden en la insondable y obligada Soledad.

¿Dónde, Sol, está tu Edad? En el cómputo de todos los huesos inhumados o incinerados y en los ojos que se miran todavía, y en los corazones que aún saben encontrarse.


Ana Rosa M. Portillo




0 comentarios

Comments


bottom of page