No verte, no saber por quién repican
las campanas...
Sí saber que no es por ti.
No verme, no sentirme, no reconocer
mi culpa...
Escuchar otra vez esa canción
que un día nos dibujó un anillo
que toda la vida debíamos compartir.
No buscar culpables, no,
ni duendes ni hadas ni brujas
ni gnomos ni campanillas de
estrellas...
Reconocer que todo fue para acabar
de ser lo que fue: otra cosa ya.
Su pelo era negro, blanco a la sazón
se puso;
sus uñas, nácar antaño,
oro maloliente hogaño;
¿y qué decir de esa mirada que era
ónice al amanecer,
jade de ámbar al ocaso.
plata de mercurio irisado cuando
el día se despedía, humilde y,
galante, le tendía su blanco guante de
caballero a esa hermosa dama con el que,
mañana,
indefectiblemente,
deberá otra vez explotar el cielo?
Y si todo está en orden...
¿Por quién doblan las campanas, dime Hemingway...?
¿Será, de nuevo, por ti?
¿O por esa guerra fraticida que, pese a
tantas DANAS dañinas, olas de calor,
dioses nuevos y demonios viejos,
no hemos sabido olvidar los escasos
supervivientes que aún, tras tanto
tiempo transcurrido,
continuamos aguzando el oído alerta
para entender que ese nuevo tañir
de las campanas
no es, esta vez, tampoco
por nosotros?
¿O será por esos ojos que un día
me regalaron la capacidad de ver?;
¿por esos labios que, como nunca otros,
supieron susurrar mi nombre...?
Y me nombraron y me hicieron
y me dotaron de la costilla falta
bajo la sombra de un árbol
que destilaba sidra y miel, pero que,
ay, con serpiente escondida en su follaje engendró el
Pecado Original,
ese que aún hoy no nos permite
conciliar el sueño como niños,
ni trocar manzanas por pendientes.
¿Por quién doblan las campanas
esta madrugada?
Tiembla el cielo
y la tierra que lo guarece.
Algo oscuro se esconde en la sombra,
mas siento que respira flor.
AnRos
La cita de Hemingway sirve de hilo conductor a un poema que aborda el tópico collige, virgo, rosas con un tono, como no podía ser de otra manera, nostálgico. A pesar de ello, se recorre el pasado con paso firme, se asumen los errores, pero hay algo que no termina de encajar: hay preguntas que siguen sin respuesta. El Paraíso es un paraíso perdido y no hay fantasía que lo haga presente. Quizás la inquietud de fondo sea, todavía el ruido del pasado fratricida, o las desgracias del presente. En cualquier caso, las campanas siguen sonando.
La alternancia de tiempos verbales estructura el poema: el infinitivo infinito, el pretérito imperfecto que nos conecta con la realidad del presente, el futur…