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La cigüeña

Se yergue, esbelta,

sobrepasa el campanil y la espadaña;

no amenaza, solo espera.

El cielo aguarda su vuelo,

las nubes, regocijadas, esperan

el rasguño encarnado de su pico

sobre su algodón tan virgen.


Pasa el cielo sobre ella,

corre el río bajo su mirada

oblicua, acechante;

los demás pájaros aguardan

que emprenda el vuelo

–elegante, reina–

para no molestar.


Bostezan los ojos del campanario,

resignados a contemplarla siempre,

poderosa,

soportando, mudos, el ingente peso

de su nido eterno.


Crotarán sus polluelos al aire

de la joven primavera.

El macho les suministrará

lombrices nuevas

(¿o carroña, quizá?),

la hembra les peinará las alas

para que estrenen el vuelo mientras

les canta al oído una dulce canción

de rorros nuevos y de blanca paz.


La cigüeña se yergue, esbelta,

reina de cielos, de nubes, de ríos

–más eterna que el tiempo– y,

elegante,

negra, blanca y roja

emprende el vuelo.


Cigüeñas
Fuente: SEO/Bird Life

AnRos

1 comentario

1 Comment


Guest
Jun 13

La mirada de la poeta se detiene esta vez en la cigüeña, esa ave que tanto nos llama la atención a los urbanitas. Las cigüeñas habitan con tanta naturalidad entre nosotros que, como todo lo extraordinario cotidiano, no lo apreciamos. Pero sí la poeta. El poema capta el momento previo al vuelo de la cigüeña en una hermosa descripción estática de todo aquello que está sobre y por debajo del nido: el cielo, las nubes, el río y, más acá, el campanario. El bostezo de los ojos del campanario - originalísima imagen - adormece al lector, lo dispone para el sueño de la siguiente estrofa, una descripción de un ideal futuro. Finalmente, tras la ensoñación, la cigüeña emprende majestuosa…

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