Peregrino, ¿adónde vas?,
si no sabes a dónde ir;
peregrino, por un camino
que va a morir.
¿Quién te guía en tu caminar,
ilumina tu corazón?,
peregrino, que estás cansado
de tanto andar.
Peregrino, sin un porqué,
peregrino, sin una luz,
peregrino, por un camino
que va a la Cruz.
Cuando yo era niña, incluso adolescente, cantábamos esta canción en la misa de catequesis, con el ruido de más guitarras que voces, con el corazón encogido por una aventura tan grande.
Hoy estoy en Castrojeriz, centro neurálgico del peregrinaje a Compostela... Se huele un aura diferente: las piedras de las casas señoriales, los sillares de las iglesias, las calzadas de granito y de cantos, las cuestas, las dificultades de arribar a un destino en un pueblo diseñado en tres aros profundos en la falda de una montaña rocosaclara, dulce... Arriba un castillo que se yergue orgulloso, altivo, no se sabe si medio acabado o medio destruido: tres torres que resisten sin lamentos, una del siglo IX, otra del XI, otra del XVI, ya más moderna, pero con menos morbo...
Pasaron visigodos, romanos y sin nombres... Hoy, solo peregrinos dibujando un Camino que fue por otros diseñado, por otros resucitado y por vosotros, ay, los últimos y audaces peregrinos de hoy, que pisáis las mismas calzadas y resucitáis todas las huellas de antaño, reivindicado.
Larga vida al Camino.
AnRos
Pues sí, yo también recuerdo aquella canción que te envolvía en un halo de nostalgia. Relataba un peregrinar sin rumbo, un tanto contradictorio con las certezas de la fe y las esperanzas del caminante. El Camino sigue ahí, hacia el Finisterre. Atraviesa Castrojeriz y lo ensarta como una maravillosa cuenta en un magnífico collar.