Sara Mesa (Madrid, 1976) se erige como una de las figuras más relevantes en el panorama de la narrativa española actual. Obras como Cicatriz, La mala letra o Cara de pan afianzan a Sara Mesa no solo como una promesa a tener en cuenta sino como un sólido valor de nuestra narrativa más puntera, por la originalidad del propio trazo narrativo de la estructura y por la plasticidad con la que despliega su inmersión en lo más hondo de la psicología humana, con una mezcla de aspereza y ternura, de amargura y esperanza, de hundimiento y de salvación; con una prosa fluida y a la vez densa que va dejando caer las lágrimas de sus criaturas sin permitirles llegar a formar charco.
En este artículo se explicarán las simbologías y equivalencias entre los lugares y los personajes en la obra Cara de pan publicada en 2018 por Sara Mesa.
Cara de pan nos cuenta la extraña relación que se establece entre Casi (una adolescente acomplejada por su físico que tiene “casi” 14 años, pero que desearía ser más mayor; que no va al instituto porque se siente incomprendida e insultada por sus compañeros; que escribe un diario de ambiguo contenido en el que se inventa una realidad que le apetece más y que, finalmente comprometerá erróneamente al Viejo como sospechoso de pederastia…) y el Viejo (un hombre acabado, “loco”, a la vez hijo y nieto de su padre, a quien solo consuelan y dan sentido a su vida dos obsesiones, dos amores: los pájaros y Nina Simone). Casi y el Viejo: dos soledades que se juntan para consolar sus respectivas “rarezas” a escondidas, huyendo de las miradas y de los juicios censores de los demás, de esa sociedad biempensante asentada en la coartada irrefutable de lo políticamente correcto. El absentismo escolar de Casi será descubierto y se les impondrá la separación definitiva, ella tildada de víctima y él de presunto abusador de menores… Pero ellos decidirán permanecer unidos para siempre, porque se han hecho y regalado mutuamente un anillo de papel y porque los pájaros y Nina Simone salvaguardan su extraña e inquebrantable amistad.
Dos son los lugares en los que se desarrolla la narración: el refugio (en mayor proporción) y la cafetería (solo al final de la novela). Ambos responden a la necesidad de aislamiento, soledad, huida… que experimentan Casi y el Viejo, y en ambos lugares late el temor a ser vigilados que nunca les abandona (en el refugio, por parte de los operarios; en la cafetería, por la camarera y los demás clientes del local. En los dos lugares, Casi es “Casi” de distinta manera: en el refugio es Casi catorce y en la cafetería, Casi más de catorce.
El refugio (Casi catorce), también denominado «escondite», «su sitio», «escondrijo» y «seto». Se trata de un seto escondido en el parque que los protege de las miradas vigilantes o curiosas. Tiene un árbol grande que les sirve de apoyo en sus extrañas e interminables charlas y los avisa del paso del tiempo por la caída de sus hojas. Y, como están en un parque, también están los pájaros y la música de Nina que trae el Viejo. (Es casi glorioso el hecho de que, cuando Casi y el Viejo ya no pueden ocupar más su refugio, son los pájaros los que vienen a habitarlo.)
La cafetería. Ya han sucedido los desgraciados hechos tras el descubrimiento del absentismo de Casi y la inculpación al Viejo de presuntos abusos y coerciones a Casi. El Viejo tiene orden de alejamiento, pero fortuitamente se encuentran en la calle y, llenos de temor por la “ilegalidad” que van a cometer, entran en la cafetería para hablar, para saber el uno del otro, para consolarse, para descargar sus sentimientos… Aquí ya no están solos, sino rodeados de gente y vigilados por la camarera, pues aparentan una pareja muy rara. Los pájaros y Nina Simone ya solo están en sus memorias y en sus recuerdos, en su necesidad de perdón, de libertad y de olvido.
Tras los sucesos acaecidos, ambos han cambiado: Casi es Casi más de… y ya no tiene cara de pan; él está más flaco y arrugado… y conocemos por fin su auténtico problema psiquiátrico: es un desequilibrado mental. Casi ahora lo compara con Van Gogh.
Respecto a las equivalencias simbólicas entre los personajes, podemos establecer cinco puntos:
La soledad compartida entre Casi y el Viejo: Casi, en el instituto, no soporta que le manden hacer trabajos en grupo y prefiere hacerlos en solitario, y el Viejo, en la clínica, solo pedía que le dejaran pasear solo por el jardín, a horas en que los demás ingresados no estuvieran en él (por la noche) para curarse de sus males psiquiátricos: él solo, con sus pájaros.
El autodidactismo: «[…] él, como ella –como Casi–, cree en las virtudes del autodidactismo, ¿para qué ir a la escuela a que alguien te cuente lo que hay en un libro? ¿No es mejor apartarse, echarse a un lado y mirar?», (pág. 56).
La reclusión: la relación entre dominantes y dominados. Casi en el instituto y el Viejo en la clínica, donde los vigilantes de la moral (los psicólogos) están «[…] intercambiando fichas [de los alumnos] como quien intercambia cromos..» Y el Viejo asiente: «Esos cuadernos, dice, ¡son como los que usaban en la clínica! Los vigilantes de la moral hacen sus diagnósticos mentales diseccionando familias», (pág. 76). A Casi le ponen la etiqueta de “desintegrada” y al Viejo, los policías de la mente (los psiquiatras) lo llaman “loco”, por lo que tendrá que ingresar en un manicomio (la clínica); y a Nina Simone, esos mismos policías de la mente la tildan de “bipolar” con “brotes psicóticos” por sus protestas raciales contra los blancos. También los pájaros sufren su reclusión en las jaulas, donde solo cabe la desesperación, y Nina en su canción titulada Blackbird dice: «por qué quieres volar, pájaro negro, nunca vas a volar», letra que al parecer trata de la opresión que padecían los negros en aquel tiempo, pero que quizá también trata de él –o incluso de ellos dos–, nunca se sabe.
Cambio de nombres: Casi, el Viejo y Nina Simone van a contracorriente, contra las normas, y se relacionan con quienes no deben. Por eso, para ser únicos y liberarse de las ataduras impuestas, tienen que rebautizarse y cambiarse de nombre: «Nina Simone, dice el Viejo, era su nombre artístico, del mismo modo que ellos se han puesto los suyos, Casi y Viejo, para escapar del nombre real, que es una cárcel.», (pág. 24).
La evasión: los pájaros y Nina son el recurso para huir de la realidad y para alcanzar el perdón: «Ella [Casi] entiende que esa es su forma [del Viejo] de concederle el perdón: hablarle de sus pájaros, como si nada malo hubiese sucedido.», (pág. 104); «Quizá sea mejor hacer como él, hablar solo de pájaros.», (pág. 105); «Viejo, Viejo, susurra [Casi], vamos a olvidarnos de todo eso, no merece la pena continuar. Mejor cuéntame algo de Nina Simone, algo que no me hayas contado nunca.», (pág. 129).
Cara de pan es, a mi juicio, una novela hermosa y repulsiva a la vez: desasosegante. El final produce casi escalofríos en el lector: un irónico The End de boda con anillos de papel.
Neila Rodríguez
Yo he leído el libro y puedo afirmar que cuanto aparece en este artículo es cierto y, además, muy bien escrito e interpretado. Invito a que lo lean quienes no lo hayan hecho ya, y juzguen por sí mismos.