Llevaba un par de días dándole vueltas a una noticia que aparece y desaparece en los medios de comunicación, como aparece y desaparece de la vista de su rescatador un náufrago en medio de la mar airada. Es la noticia de los migrantes ahogados en el mar en su intento de llegar a las costas europeas. Cada cierto tiempo escuchamos que algunos cayucos han llegado a Canarias, o a algún lugar de la costa del Mediterráneo –principalmente de Grecia o de Italia–, o que decenas de personas han sido recogidas en el mar en condiciones lamentables (alguno, incluso, estaba muerto); de pasada, también oímos que tal ONG sabe que una barcaza salió de tal punto de la costa africana y no se ha sabido nada de ella. De vez en cuando, nuestra conciencia sortea las estadísticas que llegan a nuestros oídos: los migrantes desaparecidos en su ruta hacia Europa, incluyendo la vía terrestre, documentados entre enero de 2021 y octubre de 2022, son 5 687. La mayoría de ellos, en el mar. Una organización alemana, United, publicó una lista con los datos disponibles de los migrantes ahogados entre 1993 y 2017: 33 293. De muchos de ellos no se conoce ni su nombre (se les nombra como N.N.); solo se sabe que lo intentaron. De otros muchos, aquellos que no figuran en esa lista de personas, no se supo ni siquiera eso.
Como les digo, tenía un par de ideas para abordar este tema, pero, no sé por qué, no me ponía a desarrollarlas; la intuición me llevaba por otros derroteros, hacia un libro casi olvidado en mi pequeña sección de poesía universal.
Ayer, en el Carabás, tomando con mi encantadora novia una infusión y un gyros con tortita de maíz –no tiene gluten, ahora se ha vuelto healthy–, pollo especiado, pisto de verduras, ensalada, tomate, cebolleta, salsa thai y tzatziki, me empecé a dar cuenta del problema, de por qué no podía abordar el tema de los inmigantes desaparecidos, de los ahogados, de los muertos. En las pantallas del Carabás pasan continuamente vídeos de la Pantera Rosa. En uno de ellos se la ve, con un paraguas en la mano, cogiendo aire y andando por el fondo del mar. Cuando llegué a casa el asunto se aclaró definitivamente: puse la televisión y pude ver al Madrid recogiendo la copa del Mundial de Clubes en Rabat, la capital de Marruecos, en la costa atlántica, junto al río Bu Regreg.
Como les decía, le había estado dando vueltas al asunto y había tenido un par de ideas para escribir un artículo, pero no terminaba de saber qué hacer con ellas.
La primera idea que tuve, ya que las palabras parecían no ser suficientes para opinar sobre cuestión tan inhumana, fue dibujar un caligrama. Para el que no lo recuerde, un caligrama es una imagen construida con palabras. Así, me imaginé un cielo compuesto por decenas de palabras azules:
utopíautopíaquizásquizásutopíautopíasueñossueñosfequizásquizásutopíautopíautopíautopíaideassueñosindignaciónutopíautopíautopíquizássueñosideasideasutopía,
al fondo, unas montañas marrones salpicadas de algunas manchas verdes: indiferenciaarteegoísmoIBEX35indiferenciaesperanzaindiferenciaindiferenciaculturatiktokACNURindiferenciaegoísmopolíticaindiferenciapolíticaindiferenciagastronomíaindiferenciafútbolindiferenciaseriesindiferenciaindiferenciabondadpolíticaindiferenciapoesíaindiferenciaindiferenciaACNURtapasindiferenciaindiferenciaegoísmomisadeunaindiferenciamúsica, sobre las olas, algunos puntos rojos y morados:
FRONTEXOpenArmsFRONTEXGUARDIACOSTERAFRONTEXCruzRojaFRONTEXOpenArmsFRONTEXFRONTEXFRONTEXFRONTEXOpenArmsFRONTEXCruz RojaGUARDIACOSTERA,
después, el profundo mar:
marmarmarocéanomarpezmarmarpezmarmartiburónplásticomarmarmapezplásticomarmarmarocéanomarpezmarmarpezmarmartiburónplásticomarmarmapezplásticomarmarmarocéanomarpezmarmarpezmarmartiburónplásticomarmarmarpezplásticomar. Y en el fondo, los muertos, blancos esqueletos, casi invisibles: N.N.(Mann)J.K(Mann)MohamedF.B(14,n)GabrielMauonda(21,n)S.Mohanadas(25,n)N.N(Mann)HalmDener(17,n)MoussaDaoud(17,n)N.N(19,Mann)MohamedBadaoui(17,n)N.N(19,Mann).
El problema de esta primera idea es que no lo sabía hacer, no soy buen dibujante, no sé manejar un programa gráfico que me permita hacerlo. Así que me olvidé de ella.
La segunda idea para abordar el tema fue escribir el típico artículo alegórico, es decir, una serie de metáforas interrelacionadas entre sí. Cuando, documentándome para el posible artículo, me topé con los eufemismos política de externalización de fronteras –para referirse a los países (Marruecos, Libia y Turquía, entre otros, a los que pagamos una millonada para que detengan y expulsen a los migrantes)– y tierra de nadie –para referirse a los escasos metros que separan la valla de territorio marroquí de la valla española– , me imaginé a la Unión Europea como un gran castillo medieval. La política de externalización eran los mercenarios contratados por el señor feudal y la tierra de nadie, ese espacio sin ley donde se puede cometer cualquier barbaridad, como asesinar impunemente a uno de esos negros indocumentados. A partir de ahí, lo demás era fácil: el Mediterráneo era el foso del castillo, la torre del homenaje el espacio para los privilegiados, etc. En realidad es así, nuestra mentalidad medieval sique aquí, agazapada tras las murallas de la modernidad. Pero tampoco me terminaba de convencer esta idea. Así que me olvidé de ella y me puse a releer, como me dictaba la intuición, El cementerio marino, de Paul Valéry.
El cementerio marino es uno de los grandes poemas de la literatura universal. Escrito en 1920, es un poema simbólico, compuesto por veinticuatro estrofas de seis versos decasílabos cada una. Son, por tanto, 144 versos. Es un poema difícil de entender. De hecho, no hay una única forma de comprenderlo: siguiendo la teoría de las correspondencias de Baudelaire, cada lector debe ponerse en consonancia con la armonía que surge de la composición de las imágenes y sentir su propia interpretación. El propio autor, Paul Valéry, nos da otra clave de lectura de su poesía en la introducción que escribió para estos versos:
«los lectores ingenuos llegan insensiblemente a confundir la composición de una obra del espíritu, que es cosa finita, con la vida del espíritu mismo, la cual es una potencia de transformación siempre en acto [...], una obra no es nunca una cosa acabada, sino abandonada; y este abandono es una especie de accidente comparable a la ruptura de una reflexión cuando la fatiga, la molestia o alguna sensación la anulan [...] Así pues, si se me interroga, si preocupa lo que yo he querido decir en un determinado poema, contesto que no he querido decir, sino querido hacer».
Y así, yo también quería hacer un artículo sobre todos los migrantes ahogados en el Mediterráneo, pero algo me previno de que esos negratas no eran la Pantera Rosa, ni ganarán nunca un Mundial. Esas dos imágenes me hicieron comprender el sentido de esta composición, siempre inacabada.
Es decir, los abandonados no se merecen un caligrama, ni una alegoría. Ni un puto artículo de opinión.
P.D.: Mientras escribía esto, Martin Griffiths, secretario general adjunto de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios reconoce que la población del noroeste de Siria afectada por el terremoto «ha quedado abandonada ante la falta de ayuda internacional». No ha pasado lo mismo con la población turca. Leo también que la política de Marruecos es detener a los migrantes, soltarlos en cualquier punto del sur del país –algunos han sido previamente duramente maltratados– y «abandonarlos a su suerte». También hemos abandonado a los saharauis. Bueno, es el precio que tenemos que pagar por que los mercenarios nos hagan el trabajo sucio; es una lástima que no podamos blanquear también nuestras conciencias. Ninguno de los abandonados del mundo, como decía, se merecen un puto artículo de opinión.
El socio n.º 3
Alucino... Y lo hago con perdón y en un doble sentido: como doña Inés, tras la declaración no de amor, sino de principios, del socio número tres, y tras las aportaciones de los otros invitados, feministas e integrados.
Como lo bueno es el artículo, voy a ser breve: el bosque, tan magistralmente trazado por nuestro columnista, no nos deja ver los árboles.
Así que integrar... Yo estoy tan tan integrada (es fácil siendo de aquí) que mi vida, mi libertad, le pertenecen a un banco donde una amable señorita cuya estética (sustituyamos el velo por la melena rubia teñida -los años-, el maquillaje y los tacones) y sonrisa le pertenecen a su jefe (aunque los dirija a mí), cuyo traj…
Creo que es un problema más profundo. porque a los emigrantes les gustan sus países, su forma de vida ,su cultura, vivir con sus familias. Es una emigración de supervivencia economica, no voluntaria, no por admiración ni respeto a nuestra cultura , Creo q los occidentales tendríamos q preguntarnos por la política económica de nuestros paises en África, por esas minas de grafito o esos diamantes de sangre o la venta de armas, o la explotación de los recursos naturales por parte de los países ricos y los vertidos de desechos tecnológicos y textiles. Cuando vamos a una gran superficie y compramos un balón o un pantalón no solemos dar importancia a quien lo ha hecho Ni en…
Cierto es: ningún puto abandonado merece un puto artículo de opinión; más bien, muchos.
Pero ¿qué significa "abandonado", quién abandona a quien?
Los "abandonados" lo son y lo están por razones obvias de poder de algunos que permiten y facilitan el "abandono" para sacar tajada de ello.
Hay que cuidarlos y proporcionarles caridad y sustento (eso a los gerifaltes les da igual: llega de las arcas públicas, es decir, del dinero que le sustraemos a nuestras pensiones y a nuestra Sanidad).
No se trata de "donar", sino de "integrar".... Y muchos inmigrantes no es eso lo que desean... Según llegan a algún lugar de la Tierra Prometida que es la gran Europa, someten inmediatamente a sus mujeres a la inocente…