Una niña llora.
Una muñeca flota y se aleja
arrastrada por la lluvia:
la alcantarilla estallada.
Una paloma planea
–alas de alma–.
Un pico rescata
dulce, sin dañar.
La melodía de un zureo,
el arcoíris se intuye,
la tierra brilla mojada...
La muñeca en la niña mano.
La lluvia cesa su llanto,
la niña ríe,
la paloma se va
–alma de alas–.
Sale el sol.
AnRos
Este poema tiene el aire de esos milagros inocentes y populares que aparecían en las antologías infantiles de otras épocas. En los intermitentes octosílabos resuena el romancero. Hay un soplo de Alberti, la paloma, y un no sé qué de Gerardo Diego. La paloma viene y se va, como el Espíritu Santo, y la niña ríe. Metáforas, metonimias, paralelismos y antítesis conforman un poema equilibrado, luminoso, como el arcoíris después de la lluvia, como la risa de una niña.