Hay un latido en el útero
que colma vida, llanto y
risa.
Hay un ronquido en la tierra
que clama perdón, silencio y
paz.
Somos siempre úteros, ya sea
aleteo leve de mariposas,
ya sea carcoma de voraces
gusanos.
Hay un cielo y un infierno.
Hay miedo.
Hay fe y también dudas.
Hay un deseo de alma clara, libre.
Hay un temor al castigo
merecido.
Hay amor, hay rencor, hay deseo de ser
dioses,
necesidad de no ser
demonios,
ansiedad por ser sólo
ángeles de un cielo todavía no
caído,
ahíto de deseos de ocupar
tronos
enmarcados de oro y nubes:
como techo el cielo,
como base el fuego.
Hay deseos, ansias, de anhelar lo
mejor,
lo último, lo que no está todavía
escrito.
Hay ganas de gritar para que
Alguien
nos explique el porqué de tanto
sufrimiento,
de tanto
mal,
de tantos cuerpos ardiendo a
la intemperie
(otros congelados...).
Somos teas aguardando una
mecha
que nos proporcione la luz y el calor
que añoraremos bajo la
tierra.
(También hay un deseo –una
necesidad–
de gritar ante el mundo
aquellas palabras,
aquel amor
que, en su día, no nos atrevimos,
cobardemente,
a pronunciar.)
AnRos
La salmodia que construye este poema lleva al lector por el paisaje de los anhelos y las frustraciones más ocultos del hombre. Es un " hay" presente y metafísico que recorre las dimensiones poliédricas del deseo. Es un desear telúrico, fisiológico, místico, solidario, biográfico. Este último, entre paréntesis, como en segundo plano, es el más humano de todos.
El poema se construye con palabras esenciales - amor, tierra, fuego, cielo -, imágenes frías- carcoma de voraces gusanos, la luz y el calor que añoraremos bajo la tierra-, alteraciones y antítesis, y adverbios plenos de significado: también, cobardemente. Las primeras personas del plural anulan la impersonalidad del " hay", y transforman la descripción de un mundo en el mundo compartido ent…
Y qué haces con tanto silencio?