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Haced correr la voz

El misterio de la palabra dicha es algo en lo que pocas veces nos paramos a reflexionar. Enfrascados en nuestros quehaceres cotidianos, no nos extraña ser capaces de emitir sonidos articulados que nos permitan comunicarnos con los demás. El lenguaje se desarrolló en un lentísimo proceso evolutivo hace cientos de miles de años y se concretó en lenguas de una complejidad abrumadora. Hasta hace unos 5 000 años esas lenguas se transmitían exclusivamente de forma oral. Otras especies tienen sistemas de comunicación, de codificicacion y decodificación de la información bastante elaborados, pero sus estructuras son infinitamente más simples que las de las lenguas humanas.

En la Antigüedad, la palabra sagrada era la voz por antonomasia. En Delfos, junto al río Pleistos, los profetas traducían en versos los ayes y susurros de las pitonisas que se contorsionaban en estado de éxtasis entre las emanaciones sulfurosas de las cuevas. Los espectadores se arremolinaban en torno al ónfalo para ver uno de los primeros espectáculos sicalípticos de la historia. Mientras, junto al río Jordán, Juan el Bautista recordaba otra voz que clamaba en el desierto, la del profeta Isaías, quien anunciaba: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Hasta que él mismo, con su look vintage de piel de camello y correa de cuero, con su dieta healthy de miel y langostas, tras bautizar a Jesús, escuchó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo la complacencia». El fino oído de los profetas fue silenciado pronto por la ortodoxia católica, que estableció diligentemente las voces autorizadas para definir sus dogmas. En todas las religiones sus pontífices, voceros y portavoces tienen comunicación directa con su Dios, y las posibles revelaciones a otros escuchantes son siempre anatema, herejía o heterodoxia malintencionada. Al potro, a la hoguera o al ninguneo con ellos.

Otras voces, las voces de ultratumba, también han sido oídas desde los albores de la humanidad. Acaparadas por brujos y chamanes en todas las religiones naturales, los cuchicheos de nuestros ancestros han dado para mucho: desde el espiritismo del XIX hasta la güija adolescente, pasando por Pedro Páramo o El reino de Celama, embaucadores, creyentes, poetas e Iker Jiménez, afirman que podemos escuchar –y hasta grabar– las voces de los que se fueron.

Pero ni las voces místicas ni las del más allá resuenan en mi cabeza. En mi memoria se almacenan algunos podcasts inolvidables: el vozarrón de un esclavo negro gritando por su libertad en una película cuyo título no recuerdo, la voz airada y subyugante de los discursos de Hitler en los documentales de la 2, la terrible y ridícula vocecilla de Franco en el NO-DO, el coro de voces infantiles acompañado por la guitarra de Julia en el barco de Chanquete, del que no nos querríamos mover. En mi imaginación, chirrían los gritos de los que se van a ahogar, de los que son aplastados frente a una valla, de los que son destrozados por la metralla; rechinan los lamentos de todas las mujeres vejadas, torturadas y ultrajadas; ulula la voz de los sin voz, el chillido de los corderos; se arrastra el silencio de los cómplices, que somos todos. Y pasan por mi cerebro mensajes de voz que van directamente a la papelera: «un tipo como tú-uh-uh-uh... ¡las mujeres facturan!», «un protocolo de cumplimiento obligatorio... el latido del bebé... ecografía 4D», pero que van conformando una actualidad cada vez más gris, más vergonzante, más insoportable.


Apagad la radio, la televisión y el móvil. Leed buenos libros, donde se preservan las voces de los justos. Enderezad vuestras sendas, no para el Señor, que llegará en burra por estrecha y tortuosa vereda, sino para vosotros mismos. Escuchad, como Machado, entre todas las voces, una.

Imagen editada por Neila Rodríguez

El socio n.º 3

3 comentarios

3 commentaires


Invité
21 janv. 2023

(Perdón. No sé por qué no aparece la última línea... La escribo a continuación :)

Ante tamaño despropósito, mejor volvamos al Principio.

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Invité
21 janv. 2023

Otro interesante texto del socio n. ° 3 que nos invita a pararnos un poquito en nuestro estresante trajín y a pensar en otras cosas que yacen, silenciosas, bajo tanto ruido:

"En el principio era la Palabra..." (dulce hálito vital que engendró el mundo) ;"... Y la tiniebla no la recibió ..."

Entonces llegaron los aullidos de los condenados, el llanto de los recién nacidos al toparse con la bruma, los alaridos de las madres al parirlos...

Ante tamaño despropósito, mejor volvamos al Principio.

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Invité
20 janv. 2023

Hay que pasar el invierno, decía Arsuaga...

Leer buenos libros...

Acabo de releer La familia de Pascual Duarte. Y dentro de ella, me he encontrado los círculos concéntricos del Quijote, primero; del Lazarillo después; los homenajes al Arcipreste de Hita, a Jorge Manrique, a Calderón de la Barca.

Empezamos, en orden inverso a Segismundo y a Pascual, a preguntar míseros e infelices, qué pecado hemos cometido para vivir encerrados, fatalmente condenados a la soledad.

Conocemos las palabras, el ruido, pero los significados, como en una perversión de la torre de Babel, han desaparecido y han reducido el léxico a unas cuentas palabras vacías.

Ahora le haces una pregunta a una inteligencia artificial -hay montones por ahí en forma de apps-…


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