El sábado es el voto. Desde hace siglos, los pueblos de la comunidad de villa y tierra de Maderuelo se reúnen en el santuario de la Virgen de Hornuez. No se juntan todos los pueblos el mismo día. A los de mi pueblo les toca este sábado: la misa en la que recuerdan el milagro de la aparición de la Virgen a unos pastorcillos –sin comentarios– y la posterior comida de hermandad bajo los enebros, o quizás sabinas, centenarios. Si llueve, que es probable, todo el tinglado se traslada al bar del pueblo, la antigua escuela. La antigua escuela unitaria de tablas de multiplicar, dictados de El Quijote, esmerada caligrafía y mapas de España donde se forjó nuestro presente. La España acallada, esforzada, pobre, ilusionada, fértil. La España sin voto.
El sábado, mientras como ensalada de verano, jamón del bueno y, si se tercia, unas chuletillas de lechazo, tendré que reflexionar sobre mi voto. Porque, sinceramente, no sé a quién votar. Nos han intentado simplificar tanto el pensamiento –izquierda o derecha– que yo ando bastante desorientado. Los de izquierdas son progresistas, ecologistas, feministas y europeístas. Los de derechas son conservadores, negacionistas, tradicionalistas y nacionalistas. Claro, que en Euskadi –si digo País Vasco soy de derechas– y en Cataluña hay una izquierda independentista. Yo creía, por mis escasos estudios, que la izquierda era, por definición, no nacionalista. Pero esa idea se empezó a diluir, al parecer, nada menos que en la Primera Guerra Mundial. Luego está la opción antisistema, el creer que los políticos están al servicio de los intereses del mercado y que da igual a quien votes. También hay candidatos que dicen que no van a cobrar su sueldo de eurodiputados. Ya, eso sí que no hay quién se lo crea. Me creo antes lo de los pastorcillos que eso.
El caso es que hoy, jueves, estaba regando los árboles de la solana y pensaba en este lío del voto. Y me ha venido a la cabeza que a mí lo que me gustaría es poder votar al viento, que anunciaba lluvia, o al agua encerrada en el pozo, que salía alegre por la manguera. También podría votar a esa hormiga que nadaba desorientada en el alcorque del liquidámbar recién plantado, o esa punta clavada en la viga del viejo granero. Eso son verdaderas listas abiertas. Puestos a votar, votaría a los peluches y las chinchillas que mitigan la soledad de los hijos únicos, a los radiadores que calientan las noches de invierno y a los flexos de los estudiantes pobres. Perdón, vulnerables, porque ya no hay pobres. Ya les digo que estoy hecho un lío. Quizás el sábado, después del ponche segoviano, se me hayan aclarado las ideas.
Galaor de Langelot
¿Y por qué hay que votar? Se supone que somos libres, pero aquel determinismo del siglo XIX (tan pasado, tan presente), tan exagerado e "inventado", sigue ciñendo nuestros destinos y apaleando nuestras vidas tan supuestamente "libres".
Votar es un derecho (probablemente también una obligación). Pero votar es una responsabilidad muy dura, porque duros son los presuntos "salvadores" que nos pretenden representar y defender.
No hay salvadores, al menos a la vista de los que solo vociferan consignas imposibles y promesas fallecidas en el mismo momento de haber sido promulgadas....
No hay pastorcillos besando el manto azul de una Virgen dulce... (¿O quizás sí, y nos falta todavía descubrir una cueva antigua con promesas nuevas?).
Esto de las elecciones europeas se plantea en clave nacional, oí ayer en la radio. Y que al PP se le está comiendo Vox el discurso. ¿Qué discurso, pienso? Luego, como siempre, siguen hablando de estrategias, como si de un juego de rol se tratara. Que de eso se tratará... Ayer, ando yo con la fauna exótica un poco desorientada, me entero de que el presidente ha vuelto a escribir una carta "a los españoles". Vaya, ya ni como el coronel van a dejarnos vivir. Que el silencio más que las palabras son el refugio de una esperanza, por ilusa que sea.
¡Qué manía le ha entrado a este hombre!
¿Por qué voy a votar? ¿Por qué vamos a votar?
Yo también necesito un poco de ponche. Me niego al dogmatismo y a la demagogia, a construir un muro frente al q no piense como yo, no entiendo q Junts o Bildu sean progresistas y disfruto escuchando a Felipe González o Alfonso Guerra q hablan de rivales y no de enemigos. Los ultras ni en el campo de fútbol, y que te llamen facha ya no sé si es un insulto o un halago.