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El acabose (II) Las palabras

Lo más reseñable, desde mi punto de vista, del teatrillo presidencial al que asistimos todos los españoles hace un par de semanas fue la llamada a la reflexión. Pedro Sánchez, el Pedro piedra sobre el que se ha edificado el PSOE de los últimos años, trataba de mostrarnos su cara menos dura, su rostro más humano, y nos explicaba que necesitaba pararse a pensar. Y nos invitó a todos los espectadores a hacer lo mismo, como en esos trucos de magia colectivos donde el mago concentra en un punto la mirada de todo el público asistente para desviar la atención del lugar donde realmente pasan cosas. Durante cinco días, como las cenizas que preceden a la erupción, un negro silencio que emanaba del Palacio de la Moncloa cubrió las especulaciones de los españolitos. Pero, al final, ná, un bluf, otro numerito improvisado como los de mi sobrino adolescente, el mago Truquini, en Nochevieja. Y con mucha menos gracia.


Si la historia de las palabras ha sido analizada hasta el mínimo detalle por los eruditos, no así la historia del silencio. La historia de la humanidad –así como la vida de cada hombre– transcurre entre dos inmensos silencios; los minúsculos fragmentos de ese gran silencio que se intercalan en nuestra ruidosa vida son un valioso material despreciado por la mayoría: unos minutos de meditación, la lectura de un buen libro, un tiempo para la nada. Por el contrario, las vetas del silencio han sido fructíferamente explotadas por el poder y sus adláteres: las horas mudas frente al pupitre, la voz negada a todas las mujeres del mundo, la obediencia silente que rezuman conventos y monasterios, la sangre callada de los esclavos, los gritos sin aire en los campos de exterminio. Los movimientos autoritarios siempre han comenzado por acallar la voz de la calle y terminan intentando acallar las conciencias.


Sin embargo, como involuntariamente nos ha recordado el señor Sánchez, el silencio te permite reflexionar, reordenar tu mundo interior y aprehender el sentido de las palabras. Cuando nos callamos, cuando nos callan, las palabras se desprenden del confuso galimatías exterior y recorren nuestros laberintos interiores mostrando su verdadera naturaleza, su inmensa potencia regeneradora. Al pensar en soledad, al leer en soledad, al aprender a escuchar, reconstruimos otros mundos posibles, nos percatamos del engaño, imaginamos vías de escape. El silencio es el túnel de lavado de las palabras.


Sin querer, nuestro presidente nos recordó la máxima kantiana: reflexiona, atrévete a saber, trata de entender por ti mismo el sentido de las palabras, no te dejes embaucar, pasa tu idiolecto por el túnel de lavado. Porque las palabras surgidas de la conciencia del hombre fueron el principio de este mundo, las palabras nos descubrieron las cosas y nos descubrieron a nosotros mismos. Porque, cuando se ensucian las palabras, nos ensuciamos. Y porque cuando desaparezcan las palabras será el final, habremos llegado a la orilla del gran silencio. Será el acabose.

Galaor de Langelot

5 comentarios

5 comentarios


Invitado
14 may

Sin duda, el tema de las medias con encaje es más interesante que la política actual. Que tampoco pretendía ser el tema, sino el motivo del artículo. El tema era, creo yo, el silencio y el poder de las palabras limpias del polvo de los caminos. Gracias por vuestros comentarios. Se agradece comprobar que hay alguien al otro lado.

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Invitado
11 may

Nunca se acabará la palabra mientras exista un niño que la balbuce, y siempre existirá un niño, aunque sea por equivocación.

En el principio solo hubo el silencio y de él se desperezó la la palabra.... Y la Palabra de hiza Carne y hábitó entre nosotros...

¿Os suena, aunque retumbe a antiguo y a demodé?

Pues así fue, desde el principio... Y esa palabra, ayer y ahora, ha sido utilizada para conseguir los objetivos más espurios que puedan haber sido concebidos por mentes de hombres o de dioses...

Nuestro Presidente, una vez más, nos engañó, con más sainete todavía. ¿Y qué esperabais? En este mundo de farándula y castanñuelas, donde se guarda cola ante los Ayuntamientos para conseguir la nueva…

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Invitado
10 may

Me recuerda usted al Barroco, al horror vacui. Si ellos eludían su fatalismo retorciendo el lenguaje, nosotros escapamos de nuestro vacío escuchando y repitiendo en eco consignas (sic primer párrafo) La política del lema unifica a los seres humanos y la de la confrontación les crea la ilusión de compañía y singularidad al mismo tiempo (mea culpa esta).

Así que me callo, contra mi costumbre y en honor a su artículo.

De recuperar el nombre exacto de las cosas, ocúpese usted... Pero no olvide: In medio stat virtutis... No se me vaya a convertir en un intelectual hermético y umbilical.

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Invitado
13 may
Contestando a

Pues mire, sí, desde la selectividad había de fallarme la memoria, pero también es admisible in media stat virtus (que no virtutis). Sin duda, es más elegante con el res y con la coma marcando la elipsis, como las medias altas, con encaje a final de muslo y elipsis...

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