Luces. Burbujas. Sombras esféricas que animan la imagen del futuro, del fondo intrínseco de un valle obscuro. Manchas rojas, luceros; manchas verdes, reflejos; manchas de un progresivo arcoíris marcado por tonalidades rojas y matices horizontales. ¡Alégrate! Una copa repleta de rostros sorprendidos, de bocas redondas como gotas de champán. Una odisea de personajes garabateados bailando monótonos en un silencio armónico. Una discoteca de sensaciones, colores, formas, líquidos y sombras se mezclan de forma caleidoscópica sobre la calma de la noche. Lujuria de emociones sonoras. Perspectivas rotas; imaginaciones grotescas. ¡Los sordos siempre piensan que los que bailan están locos!
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Llega el amanecer con el sonido de las campanas. Se mece la mente sobre la vibración de la calma.
La música de las luces y de los reflejos persiste en el recuerdo de la noche, de los colores y los bailes.
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Pasó la noche al día; la copa abstracta ya está vacía.
NeiRma
Bonita reflexión, ahíta de matices sensoriales.... Una no sabe si ponerse a bailar para comerse la noche o si adormilarse, mejor, en la sordera de la luz cotidiana.... Quizá se pueda optar por las dos cosas, según el estado de ánimo y sus imperativos....
En su línea psicodélica, la autora se deja llevar por las sensaciones que produce una sugerente fotografía. No en vano, una copa atravesada por las luces de neón es uno de los paisajes más esperados en estos tiempos de habitaciones vacías. Y sábanas frías. La noche se tiñe de cálidos colores y, al menos, nos quedan los vibrantes recuerdos, tan engañosos, de otra noche vacía.