El otro día fui a desayunar a un establecimiento cuyo cambio de aires lo ha llevado a especializarse en meriendas, coffee y brunch. Tenía ganas de ir para probar esta nueva tendencia que inunda ahora las calles de la ciudad de Burgos y, teniendo la oportunidad, dije: «¿por qué no?».
Cuando entré, a pesar de que claramente estaba yo sola, la dueña me preguntó: «¿Cuántos sois?». Tras mi respuesta, volvió a la carga con un «¿Y tienes reserva?».
Entiendo que, para comer o cenar en un restaurante, lo ideal es reservar, porque es posible que, si no, te quedes sin sitio. Pero, ¿para desayunar también? Sí que es verdad que llegué sobre las diez de la mañana y estaba lleno –único local lleno–.
Obviamente, le respondí que no y me informó de que había dos mesas libres, aunque estaban reservadas para las diez y media, pero si me daba tiempo... y otra, junto a la puerta de entrada –abierta– libre y sin compromiso. Así que allí fui. Ya en este momento tuve claro que no iba a volver, pero había que probarlo. Y ya, una vez en una mesa, a pesar de ir sin reserva, no había vuelta atrás.
Vi la carta y sus precios –alejados de la normalidad burgalesa–, pero me fijé sobre todo en los abundantes anglicismos, cada vez más habituales en los nuevos locales de moda de los jóvenes. Bueno, jóvenes treintañeros. Ahora es el coffee, porque igual suena mal hablar de café o quizá esté muy manido el término; quién sabe. También se pueden pedir bowls, waffles o tortitas berry. Ah, y que no se me olvide, ofrecen un nuevo concepto gastronómico: el brunch, acrónimo de breakfast y lunch, una especie de almuerzo compuesto de cuatro platos: un zumo especial o cóctel; un sandwich o huevos revueltos con bacon; un café (no especial, que es más caro) o una infusión; y unas tortitas choco (de nutella o nocilla, como se ha dicho siempre) o berry –las que yo comí–, con crema de mascarpone, mermelada de frutos rojos (los berries) y fruta de temporada (cuatro rodajas de plátano). Y todo ello por veinte euros. Y si sois dos y os apetece compartir, hay oferta de "Brunch para dos" por veintiocho euros.
Y no, en estos sitios ya no hay la oferta de desayuno habitual, es decir, dos con cincuenta o tres euros por un café, un bollo o un pincho de tortilla, lo que se estila desde tiempos inmemoriales en la tradición del breakfast –como dicen ahora incluso en Burgos– español. Ahora, a sufrir con la terminología inglesa, que tan alejada queda de nuestro hablar castizo, con los precios abultados del sueño americano y con las reservas para desayunar.
Pero todo esto viene no tanto por contaros mi experiencia en este local de hostelería que tan poco cool me ha parecido, sino más bien porque, como he indicado antes, un brunch lo ofrecen a veinte euros. Y lo sorprendente es que en la cafetería muchos de los clientes iban, con su reserva, a tomarlo. Acudían con la idea de gastarse veinte eurazos en desayunar. Porque sí. Veinte euros por una experiencia no única, sino únicamente de una media hora que, tan pronto como surja otro plan, se olvida.
Después de desayunar, aproveché para visitar una librería. Y, ¿qué vi? Que no había nadie. Nadie. A pocos jóvenes les interesa comprar un libro por los mismos veinte euros que cuesta el brunch. Un libro no son treinta minutos ni se olvida tan fácilmente. Un libro es una puerta abierta al conocimiento, al disfrute, a la imaginación y a la creatividad.
Quizá esos "jóvenes" tan english deberían poner los pies en el tierra y gritar «¡Déjame salir!» al consumismo, a la frivolidad y a la tontería.
Neila Rodríguez
Pues sí, así anda el mundo, amiga.
A mí nunca me sucederá lo que a ti, por tres razones: no me gusta desayunar, no sé inglés y no me sobra el dinero. Eso sí, en la librería sí que gasto lo poco que puedo.
(Claro, que ya no soy tan "joven".)
Así está el mundo, también en Burgos, sí. Lo que más me fastidia es apreciar cómo estamos abandonando nuestra riquísima lengua vernácula por esnobismos absurdos que no vienen a cuento (supongo que por ese complejo de inferioridad que caracteriza al españolito de a pie).
¿Algún día espabilaremos?
¿No has visto F•R•I•E•N•D•S ni Cómo Conocí a Vuestra Madre? Porque se pasaban la vida de brunch en brunch y tiro porque me toca... Aunque no sabía que en Burgos se podía tomar uno.