Cuando el mar es petróleo por la noche,
tú, solo tú, siempre
tú.
Al amanecer, esperanza;
al atardecer, violeta (ah, que juega a ser
flor de pétalos de nubes
mientras anaranjea el cielo).
Otra vez anochece,
otra vez azabache...
Yo, siempre
yo, cuando el mar se desangra en
arenas de espuma...
Tú y yo
siempre y nunca,
¡nunca y siempre!
¿Y adónde se irá el mar
cuando nos falta?
AnRos
Siempre es bienvenida la poesía. Esta primera recuerda algunos versos de Pedro Salinas... La acertada metáfora inicial precede al estribillo, que nos trae a la memoria canciones de otro siglo. Las anáforas y las antítesis preparan al lector para su inclusión en la interrogación retórica final, que proclama la universalidad del sentimiento. Un buen poema: el cielo o el amado, un mar de sangre y petróleo, y los pronombres. Y más, en la poesía verdadera siempre hay más.