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Cocina sin arañas

En la esquina izquierda de mi cocina

una araña... Hago que no la veo;

a cada hora le regalo una bocanada

de humo de mi cigarro.

Ayer eran dos arañas, chiquitas:

suben y bajan en el columpio

que se han hecho.


Mi desconfianza y mi miedo

también crecen:

llamo al deshollinador de los

milagros:

con un clínex casi limpio

desbarata los plateados trapecios de

sus hilos de plata...


Ya no están mis arañas,

mis pendientes descompensados

buscando orejas donde pender;

mis amigas de llantos nocturnos,

las que me regalaban virutas de

plata

mientras buscaba

el mar

un poquito más allá de sus

filigranas.


La cocina late lenta,

ya sin el corazón que la habitaba:

ya no retumba el estallido de los coches

en la fragilidad de sus telas;

ya no tiñe de azul el humo

de mis cigarros

sus delicadas venas de nácar;

ya no viene a lamer la lluvia

su intrínsica sed de agua.


Ya yo habito sola mi cocina

desangelada:

yo, asesina de oropeles y

de magia.

AnRos

1 comentario

1 comentario


Invitado
22 nov 2023

Es curioso cómo el miedo y la desconfianza iniciales hacia esos seres que perturban el equilibrio de una cocina limpia se convierte rápidamente en ternura y acompañamiento. Las arañas pasan de ser enemigas en una realidad esterilizada a amigas en el recuerdo. La limpieza se ha transformado en asesinato. El rechazo a la realidad exterior se transmuta a través de las logradas imágenes - el columpio y los trapecios de sus venas de plata - y un equilibrio en el uso de los recursos - anáforas y paronomasias (ya yo), personificaciones y aliteraciones (la cocina late lenta) - en una realidad interior triste - la búsqueda del mar, la sed - y solitaria. El deshollinador, aunque eficaz, no se parece…

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