Caperucita ya no tiene bosques
por donde retozar.
Lobos hay, sí, pero no dan miedo...
Contenta aún, salta entre hayedos de hojalata:
quiere jugar con su amigo lobo,
ya no tan feroz
(en su cesta, tarritos de miel de
Mercadona).
Postrada en la cama,
la abuelita le ruega un chupito de Jerez,
que ya va teniendo ella muchos dolores,
Niña, por favor...
Caperucita busca la noche entre
los matojos sucios del bosque
para contemplar la luna:
Ahí está: de sus mofletes cárdenos
cuelgan los dos colmillos agudos,
careados,
de aquel lobo que fue y ya no está.
Caperucita se desconsuela y llora.
Se suelta el delantal bordado por la
abuela,
abandona sobre el musgo el Mercadona
de sus tarritos de
miel,
despide entre sollozos los colmillos de la luna
que sueña con un viejo
lobo
de agudos dientes, caramelos de estraperlo ya...
Y se va saltando entre las hojas muertas,
ya sin cesta,
ya sin delantal,
ya sin tarritos de miel,
ya sin capucha roja que pueda ser lujuria
para ningún lobo ya.
Y colorín colorado...
AnRos
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