A orillas del Duero nace la inmediatez de un paseo, la esencialidad de una mirada, el irremediable presagio de un reflejo. El cielo se mira en su espejo de agua y el agua mira hacia delante, hacia su frente ensordecedor; su muro mullido de leves aletas de aire y tiempo. El horizonte de una brizna del Duero es demostrar la belleza de tantos cielos inimaginables, de tantas esferas de algodón inmaculadas que lo reflejan con el azul virgen de un iris oceánico. Cuántos cielos celestes, grises y negros pueden colorear al río Duero. Cuántas miradas, sonrisas y momentos pueden fraguarse en las históricas huellas de su camino natural. Cuántas orillas, semillas, flores y plantas acompañarán en séquito al lago de esperanza del que se nutren y al que acompañan en secreto silencioso. Cuántos suspiros ofreceremos a la belleza infinita de este río eterno.
NeiRma
Se agradece una nueva entrada en la revista. Pinta bien: una hermosa fotografía y un comentario poético que la enmarca. Hoy ha tocado el río Duero, la incomparable metáfora del río, de lo que fluye, de lo que todo lo enriquece y fertiliza a su paso. ¿Qué tocará la próxima semana?
Qué texto tan bonito y qué fotografía tan hermosa. Tiene muy buena pinta esta nueva publicación