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A los hijos de Esculapio

Asclepio, Esculapio para los romanos, hijo de Apolo, fue educado por el centauro Quirón en los bosques de Tesalia. De vez en cuando se sentaba en una piedra al lado de su maestro a contemplar las calmadas aguas del Egeo, pero lo que más les gustaba era recoger plantas, estudiarlas, conocer sus secretos y sus posibles aplicaciones para curar las muchas enfermedades que aquejaban a los hombres. Quirón era un centauro bueno y alegre, y la curiosidad de Asclepio, insaciable. Tanto fue así que con su saber consiguió resucitar a los muertos. Hades, el dios del inframundo, se empezó a quedar sin inquilinos, por lo que se quejó a su hermano Zeus del desaguisado que le estaba provocando el listillo de Asclepio. Zeus se vio obligado a fulminar a su nieto con un rayo. Pero la sabiduría iniciática de Asclepio se transmitió de generación en generación, y llegó hasta Hipócrates, quien ejerció la medicina en la Antigua Grecia entre los siglos V y IV a. C., y a quien se atribuye el famoso juramento hipocrático: Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higía y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas... Observen el escrupuloso respeto al lenguaje no sexista y las listas paritarias: es que estos griegos clásicos eran unos hachas.

El caso es que un día te levantas y estás enfermo, pero no con un resfriado ni con una torcedura del pádel ni con un dolor de vientre por acumulación de gases. No, enfermo de verdad. Y necesitas que la antigua sabiduría de Asclepio te sane, te devuelva la salud, ese bien intangible que creíamos nuestro para siempre. En ese momento empiezas a ser consciente de la estructura y del funcionamiento del sistema sanitario español.

Si eres una persona de posibles, o un funcionario que ha elegido la atención privada –léase SegurCaixaAdeslas, Asisa o DKV– vas a urgencias de la clínica privada correspondiente. Allí te atiende un médico o una médica con acento hispano, probablemente cubano, que redactará un informe en un español incomprensible. No porque esté redactado en la riquísima variante del español de América, sino porque está mal escrito. Si el galeno ve la cosa mal, te derivará a un hospital público, que él no es especialista en la materia, que a él le homologaron el título allá y se vino para España nomás al día siguiente, a laburar en lo que sea, en urgencias, en una mutua, a venderse a los laboratorios y a esperar a que sus chamacos terminen Medicina o Enfermería u Odontología allá, al otro lado del charco, y también les convaliden el título, que allá se pasa de año fácil. Y, mientras, nuestros mejores alumnos, con todos sobresalientes en el Bachillerato, no entran en las Facultades de Medicina, porque en el examen de Lengua Castellana y Literatura –casi 6 caras impecablemente redactadas– solo sacaron un 8,75. Y ahí se quedan, en otras titulaciones, del gremio o no, porque no pueden pagarse una facultad privada de Medicina, que haberlas, haylas. Y algunos colegiales mayores los miran con sorna desde las ventanas, mientras ellos y ellas, los sin ascensor, los sin papi cómprame un coche para ir a la facul, empiezan a subir desilusionados las escaleras.

El funcionario de provincias, que creía que todo el monte es orégano, mira desconcertado la vía que le acaba de poner tras dos intentos una enfermera novata que comenta con otras que su contrato es de 15 días, intenta descifrar el informe del doctor por la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, espera la ambulancia que le translade al hospital público y experimenta su primera epifanía: la aberración de que los funcionarios públicos puedan optar por sistemas privados de salud. ¡Arrepentíos, pecadores, especialmente los mayores de 50 años, que la enfermedad os acecha, los telómeros se acortan –lo explicaba el otro día María Blasco en la tele– y podéis tener una combinación perdedora! ¡Atención, atención, la ventana para los nuevos fichajes del INSS provenientes de MUFACE ahora solo se abre en enero!

¿Y si no eres persona de posibles ni funcionario privilegiado? Si eres del montón, como Pablo Iglesias, que es un tío coherente y lleva a sus hijos al centro de salud de Galapagar, si eres de los que no puedes permitirte un seguro privado porque miras los precios de la fruta y mercas manzanas y peras y tu hijo no entiende las mates y no puedes pagarle un profesor particular, si eres de esos, acudes disciplinadamente a tu médico de cabecera, que te mandará al especialista. Este, si ve que puedes aguantar, te etiqueta de prioridad 3, y lo mismo te mueres en el ínterin.

Si llegas al especialista a tiempo te atenderá como máximo 10 minutos, que la consulta se ha convertido en tienda de ultramarinos, donde se despacha a contrarreloj, y hoy hay una doctora en el sillón, y mañana otra, porque no sacan las plazas, y son pocos, y cada vez menos. Pero cumplen con su trabajo porque son los mejores, porque son inteligentes, mucho más que los políticos, muchos de los cuales aprobaron Derecho o Empresariales (incluso les dieron un doctorado) de chiripa mientras mamoneaban en las juventudes del partido. Nuestros doctores especialistas han estado 10 años formándose (más los sobresalientes del Bachillerato, que no es moco de pavo, y el suplicio de la EBAU) –entre ellos, 4 años de residencia con un sueldo miserable– y siguen estando mal pagados; por eso muchos han vendido su alma al diablo y trabajan también en la privada. Por eso muchos se van a trabajar a otros países donde están mejor considerados y mejor pagados, y añoran a su familia, a sus amigos y los pinchos de los bares, pero no piensan volver.

Las nuevas revelaciones surgen en cascada y tiran definitivamente del caballo al otrora equidistante Saulo: hay que dignificar las condiciones de trabajo de nuestros médicos y garantizarles una estabilidad y una carrera profesional atractiva; hay que pagarles más y eliminar el régimen de compatibilidad; hay que invertir más en centros de salud y hospitales públicos; hay que incrementar las plazas en las facultades de Medicina o crear nuevas facultades, y sacar más plazas de MIR; hay que aumentar el presupuesto en investigación; hay que ser más exigente en el procedimiento de homologación de las titulaciones; hay, en definitiva, que invertir más en el sistema público de salud. Y nada de zarandajas de gestión público-privada y de conciertos con la sanidad privada, que todo eso es business, sacar las perras al personal y cosificar a los trabajadores. Para hacer negocio ya están las chuches, las zapatillas de marca, los móviles, las teles gigantes, los canales de pago, los videojuegos, el fútbol, los envíos de paquetería y las entregas a domicilio, los cruceros, los coches, los pisos en las urba, en el centro o en el extrarradio, los misiles y los funerales. Con la salud, como con la educación, no se debería mercadear. Al menos con dinero público.

Y si estás mal de verdad, y te desangras, y te ves morir, vas directamente a urgencias de un hospital público y te atienden, porque allí atienden a todos: a los hipocondriacos, a los que están solos y a los tiquismiquis; a los fariseos arrepentidos y a los obtusos; a los gentiles y a los cristianos; a los negros, a los moros, a los gitanos y a los payos; a los políticos y a sus madres, las pobres; a los maestros sin vocación, a los gorilas de discoteca y a las lumis; a los pobres vulnerados por el sistema y a los riquillos aprovechateguis; a los vikingos, a los indios y a los culés; a los españolistas, a los catalanistas y a los de Ciudadanos, si queda alguno; a los gays, a las lesbianas, a los trans y a Abascal; a las sindicalistas y a las trabajadoras; a los simpapeles y a los sintecho; a los sinvergüenzas, y hasta a los asesinos. Porque allí no te preguntan qué eres, ni qué has hecho, ni de dónde vienes, ni te piden la última nómina, ni se fijan, a no ser por una cuestión médica, en el color de tu piel. Las urgencias de los hospitales públicos son uno de los últimos reductos de la cordura, de la solidaridad y de la esperanza.

Si estáis atentos, algún día podréis ver pasar por una de esas salas de espera de urgencias al centauro Quirón, con su bata blanca y su trotecillo alegre. A veces se asoma a alguna consulta, donde una doctora teclea el enésimo informe; observa por el ventanuco de la sala de curas con qué cariño venda un enfermero el tobillo de una niña; se cuela en un quirófano para contemplar temeroso desde un rincón a esos seres que exploran, cortan y recomponen el interior del cuerpo como si fueran dioses; se da una carrerita hasta la farmacia para comprobar asombrado cómo ha evolucionado la botánica. Y se admira de lo que saben y de lo bien que trabajan, a pesar de todo, los herederos de Hipócrates, los hijos de Esculapio. Cualquier día son capaces de resucitar a un muerto.

A los hijos de Esculapio, a todos ellos, a las auxiliares, a los enfermeros, a las doctoras, a las investigadoras, a los cirujanos, a las farmaceúticas, a todos ellos, a los de acá y a los de allá, a los de la pública y a los de la privada, mi eterno agradecimiento.


Imagen editada por Neila Rodríguez

El socio n.º 3

6 comentarios

6 Comments


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Nov 27, 2022

"Alguna vez me angustia una certeza / y ante mí se estremece mi futuro...", o algo así canta Jorge Guillén, no sé si en "Cántico", da igual: por ahí van los tiros. Mejor que nos toque cantar, que no llorar, con nuestra bendita Seguridad Social (y sin quererlo ni buscarlo me habsalido un pareado 🤣)

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Nov 26, 2022

Estupendo...

Pero si queda alguno de Ciudadanos, como sugiere la mujer-brazo maltrecho, preguntará: ¿Y esto quién lo paga?

Porque lo de subir los impuestos no le gusta a nadie: menos a aquéllos, como el emérito (recuerdo sus chequeos anuales en la Quirón, por cierto, de Madrid), que pueden pagarse la sanidad privada. O a quienes, si lo necesitan, como bien ha dicho, se la pagamos...

A propósito del mundial (obscenidades reunidas Jeiper -como los juegos reunidos-) un chaval me dijo que uno de esos señores tenía que pagar el 42% y que, claro, por eso usaban la ingeniería fiscal. Que debería pagar el mismo porcentaje que yo (el 21%, según le dije). No le contesté que, por esa lógica, yo,…


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Nov 26, 2022

Vamos a ver... Pasito a pasito, poquito a poquito, ohohoh.

De acuerdo, de acuerdo. No tenemos la mejor sanidad del mundo, mas sí su mejor intención. No me cabe ninguna duda...

No sé si fue ayer o antesdeayer que yo leí que mira tú por dónde la mejor sanidad pública está en Vigo.

Yo no pongo nada en duda (ni el gran Quirón ni el Eucalipto ese que tan bien suena y tan grata respiración promete) me va a quitar a mí lo que yo, allí en Vigo, padecí y sufrí, y aún le duele a mi vida tantísimo padecimiento.

Os pongo en conocimiento, si es que tenéis paciencia para leerme :

22 de agosto de 2021: una terraza en…


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Nov 25, 2022

¡Absolutamente genial! Justo y oportuno. Magnífico y sin duda con conocimiento de causa. 👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👍

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Nov 25, 2022

Seguro que Quirón de vez en cuando gusta de observar con asombro y orgullo a los médicos del alma como es El socio nº3 y otros como él. Tan necesarios

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